Brancusi, el pionero del arte multimedia.
La exposición Brancusi reúne en el Centre Pompidou Málaga toda la diversidad de la obra del artista a través de la selección de un centenar de fotografías, negativos, grabaciones, esculturas y dibujos.
De origen rumano, parisino de adopción y nacionalizado francés al final de su vida, Constantin Brancusi (1876, Hobita – 1957, París) destaca como uno de los artistas más singulares de su generación. A París llegó en los albores del siglo XX atraído, como tantos otros, por el ambiente artístico y cultural de la capital francesa. Nada más terminar sus estudios en la Academia de Bellas Artes fue de cabeza al taller de Rodin. Sin embargo, a pesar de las enseñanzas de su maestro, el artista rumano jamás perdió la esencia de su país de origen, cuyo folclore mezcló con influencias del arte africano y las formas de la naturaleza.
“Mi país natal, mi familia, es la Tierra que gira, la brisa, las nubes pasando, el agua fluyendo, el fuego dando calor, la hierba verde, la hierba seca, el barro, la nieve”, escribía el escultor, siempre hipnotizado por el movimiento generador de la naturaleza y la vida animal.
No sólo los fenómenos naturales inspiraron la obra de Brancusi. Su taller también formó parte de ella, pues otorgaba una importancia vital a la relación de sus trabajos con el espacio donde fueron creadas. En la década de 1910 se inventó el concepto de los “grupos móviles”: disponía las esculturas en el taller de tal manera que resaltase la relación entre ellas y las posibilidades de movilidad de cada una dentro del conjunto. Tanta trascendencia tuvo para él esta integración espacial que durante los últimos años de su vida dejó de crear esculturas para concentrarse en la unidad entre ellas y el taller. Reajustaba a diario la ubicación para lograr la unidad perfecta.
En 1914 empezó a interesarse por la fotografía como un mero aficionado, intrigado por las formas y el movimiento. Además, tampoco estaba satisfecho de las imágenes que los profesionales de entonces tomaban de sus esculturas: la técnica les restaba espontaneidad, opinaba. Así que se dedicó a fotografiarlas él mismo, jugando con los enfoques, los puntos de vista, las metamorfosis similares a las del mundo natural que tanto le fascinaba.
En los años veinte, Man Ray le ayuda a instalar una cámara en su taller, a perfeccionar los métodos de revelado y lo inicia en la práctica de la grabación. Desde entonces, Brancusi no deja de buscar los juegos de sombras que emergen del impacto de la luz en las superficies de las obras. Moviéndose alrededor de las esculturas, graba todos sus ángulos para inmortalizar los “grupos móviles”, efímeras configuraciones de las esculturas y pedestales de su taller. De cada negativo, Brancusi realiza al menos dos revelados —a veces hasta veinte—, con diferentes tamaños o encuadres. Muchas de sus fotografías en realidad son fotogramas que obtiene a partir de la película expuesta.
El Centre Pompidou de Málaga inauguró ayer una retrospectiva con 141 obras de Brancusi, realizadas entre 1909 y 1946. La primera que aborda y reúne todas las facetas del artista en un único espacio. La presentación de estas obras, todas ellas pertenecientes a la colección del Centre Pompidou de París, se divide en cinco partes: la figura de Brancusi, su taller, el diálogo entre la forma en bruto y la forma lisa, lo orgánico. Un homenaje a los rombos de La columna sin fin cierra la muestra comisariada por Julie Jones y Philippe-Alain Michaud.
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