El Museo del Romanticismo cumple diez años.
El Museo del Romanticismo celebra su primera década con un programa de actividades especiales, tarta de cumpleaños y una semana de acceso gratuito.
Tras un periodo de cierre y reformas —bajo la dirección del arquitecto Ginés Sánchez Hevia—, el Museo del Romanticismo de Madrid reabrió sus puertas con las salas renovadas y nuevas ilusiones. Fue en el año 2009. El próximo 4 de diciembre se cumple una década de este nuevo periodo. Para celebrarlo, el museo ha programado diversas actividades especiales, la apertura extraordinaria los días 6 y 8 de diciembre y una semana de acceso gratuito.
La historia del Museo Romántico se remonta a principios del siglo XX. Fue entonces cuando Benigno de la Vega-Inclán y Flaquer, II Marqués de la Vega-Inclán (1858-1942), decidió donar al Estado una importante colección de arte, objetos y muebles de su propiedad. Los fondos iniciales se instalaron en la que, en 1921, fuese la sede de Comisaría Regia de Turismo también creada por Vega-Inclán, hoy Museo del Romanticismo.
El edificio, obra del arquitecto Manuel Rodríguez para el marqués de Matallana, se construyó entre 1776 y 1779. El palacio de estilo neoclásico cuenta con dos fachadas simétricas, minimalistas, decoradas únicamente con molduras de granito en torno a los vanos. Más tarde, los condes de la Puebla del Maestre introdujeron innovaciones estéticas y una mayor ornamentación a la fachada principal.
La inauguración como museo tuvo lugar en 1924. A la obras donadas por su fundador se sumaron dos cuadros de Alenza donados por el Marqués de Cerralbo y objetos pertenecientes a grandes literatos como Mariano José de Larra, José de Zorrilla o Juan Ramón Jiménez. La colección se ha ido enriqueciendo con el tiempo y hoy alberga un fondo de más de 16.000 piezas de alto valor artístico —pintura, dibujo, estampa, escultura, mobiliario, fotografía o artes decorativas— un archivo histórico de más de 4.000 fondos documentales.
Además de la colección permanente, el museo acoge diferentes exposiciones temporales centradas en el periodo artístico romántico, la forma de vida, las costumbres y la sociedad de entonces, así como los principales protagonistas de este movimiento cultural en nuestro país.
Aparte de las actividades relacionadas con la celebración del décimo aniversario, el Museo propone, a través del arte, un recorrido por los secretos de belleza de los hombres y mujeres de la época romántica. La exposición Teje el cabello una historia. El peinado en el romanticismo repasa la moda femenina y masculina desde la ostentación de algunos diseños del siglo XVIII y principios del XIX, hasta las tendencias mucho menos sofisticadas importadas de París y Londres. Como es habitual, también las revistas de moda contribuyeron a la difusión de las nuevas estéticas, incluida la indumentaria.
El cabello recogido era una de las señas de identidad de las damas románticas entre las décadas de 1820 y 1830. El retrato de Lucía del Riego representa una de las variantes más elegantes del período. Los años siguientes se caracterizaron por la vuelta a la sobriedad, configurando el peinado burgués y contribuyendo a su democratización. En los años 40, el peinado se decantó por los bandós como los que lucía Isabel II en su niñez y adolescencia.
A diferencia de lo que ocurría en el universo femenino, el peinado masculino no fue considerado un elemento de belleza como tal, sino que servía para imprimir carácter, elegancia y distinción a loso caballeros, que también cuidaban su apariencia y seguían las tendencias de moda. A principios del siglo XIX se configuró una nueva imagen masculina refinada, encarnada en figuras como George Bryan Brummel, “el bello Brummel”, todo un referente, muy ligado al dandismo británico. También se generalizaron la barba y el bigote, influencia del estilo militar.
De entre las más de 90 piezas de la colección del Museo Nacional del Romanticismo destacan las obras de José de Madrazo y su hijo Federico de Madrazo, Antonio María Esquivel, Valentín Carderera o Rafael Tegeo. La muestra exhibe también piezas de joyería, abanicos, miniaturas, grabados, dibujos y objetos relacionados con el peinado (cepillos, rizadores, tenazas…).
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