Kazimir Malévich, el pintor de ‘lo más alto’.
El Museo Ruso de Málaga presenta una exhaustiva exposición que refleja la evolución completa en la obra de Kazimir Malévich, creador del Suprematismo.
El Cuadrado negro —firmado en 1915— es la oda de Kazimir Malévich al suprematismo abstracto, el movimiento vanguardista que reivindicaba la ausencia de cualquier clase de representación figurativa. Sin embargo, hasta llegar a semejante depuración geométrica, el pintor ucraniano experimentó con la estética de las diferentes tendencias artísticas del cambio de siglo.
Nacido en Kiev (1879), el seno de una familia burguesa, Kazimir Malévich se instaló en Moscú hacia 1904. Su idea de convertirse en pintor, pese a la oposición paterna, tuvo el apoyo de una madre con vena artística y su propia determinación de bucear en la incipiente vanguardia rusa. Ya en la capital del imperio, bebe de las fuentes impresionistas, se centra en el paisaje y la naturaleza, descubre a Picasso, participa en las primeras muestras cubistas y se deja arrastrar por la pasión neoprimitivista, tendencia que más influyó en su evolución hacia la abstracción. Antes de ello, en 1910, participó en la célebre exposión Sota de diamantes organizada por Mijaíl Lariónov y Natalia Goncharova.
Postimpresionismo, cubismo, simbolismo y futurismo fueron parte de la evolución artística de un pintor convencido de que la simplicidad y la abstracción constituían la máxima expresión del arte. La carrera hacia el grado cero de la forma, la negación del lenguaje y el pensamiento racional y la suprema abstracción encontró el punto de inflexión el año en que Kazimir Malévich, junto al músico Mikhail Matyushin y los poetas Aleksei Kruchenykh y Velimir Khlebnikov, pergeñaron la creación de Victoria sobre el sol.
La primera ópera futurista y transmental de la historia se estrenó en 1913. Fue Malévich el encargado de diseñar el vestuario. Tal hito musical, unido a la extravagancia del grupo, engendró la semilla del suprematismo y la “liberación del arte”. A partir de ese momento el imaginario creativo del artista se nutrió exclusivamente de futuro y geometría, desafío y modernidad. Un arte sin ley que abandonó definitivamente los postulados estéticos del momento.
Hacia el final de su vida, Malévich volvió a la pintura figurativa. Retomó el arte popular ruso y la tradición campesina para denunciar el terror estalinista a base de hieratismo, rigidez y ausencia de rostros. Tras el entusiasmo inicial por el ideario de la Revolución Rusa y numerosos puestos significativos en la nueva organización del estado soviético, el artista supo de la decepción. En 1927, después de un viaje a Berlín y ya objeto de sospechas políticas, se enfrenta con un régimen que reniega de las vanguardias. Quizá por ello regresa al lenguaje realista, eso sí, cargado de pesimismo.
La Colección del Museo Ruso San Petersburgo/Málaga ofrece una exposición que refleja la evolución completa en la obra de Kazimir Malévich. La ciudad Natal de Picasso acoge la obra de uno de los pocos coetáneos que comparten el protagonismo del momento inicial de las vanguardias. Más de 40 piezas fechadas entre 1906 y 1933, recorren la trayectoria del pintor, desde los primeros tanteos impresionistas a obras de última hora, cuando emprendió su personalísimo camino figurativo “que desafía aún la interpretación crítica”.
La muestra, que puede verse hasta el 3 de febrero de 2019, ofrece la oportunidad de contemplar obras inéditas en España del creador del movimiento suprematista. También cuenta con una decena de reproducciones de vestuario teatral, creadas en 2013 por los profesionales del Museo Ruso a partir de los bocetos originales de Malévich para la ópera Victoria sobre el sol, así como un vídeo de la representación de la misma.
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