La metapintura: el arte sobre el arte en el Museo del Prado.
¿Qué es la metapintura? El Museo del Prado propone un particular viaje por la idea del arte a través de la obra de los grandes maestros: Tiziano, El Greco, Rubens, Velázquez, Zurbarán, Murillo, Goya.
Un cuadro dentro de un cuadro. La revisión de una obra en la propia obra. El artista como protagonista de la pieza. Un juego de espejos que quiebra la línea entre realidad y ficción. O, como propone el Museo del Prado, un viaje por el arte a través del arte. Abordar el concepto de metapintura desde el punto de vista teórico resulta sencillo. Otra cuestión es presentarlo de manera tangible, mediante obras que permitan comprender por sí mismas el significado de un término tan etéreo. Pocos museos en el mundo pueden darse ese lujo y el Prado se encuentra ellos. Con una selección de más de un centenar de piezas, la pinacoteca madrileña no sólo materializa la idea de la metaficción pictórica, también se adentra en la mismísima Historia del Arte. Un ambicioso proyecto que lleva a cabo en la exposición Metapintura. Un viaje a la idea del arte.
La muestra sugiere un fascinante recorrido que se inicia en los relatos mitológicos y la pintura religiosa y que, como todo viaje, se estructura en diferentes etapas. Quince, para ser exactos. Todas abordan la relación entre el arte, el artista y la sociedad. Pero cada una de ellas incide en un aspecto concreto: el poder de la imagen religiosa; el papel del cuadro dentro del cuadro; el intento artístico de romper el espacio pictórico y prorrogarlo hacia el espectador; los orígenes de los conceptos de tradición e historia del arte; el retrato y el autorretrato; los lugares de la creación; la subjetividad; la importancia de las ideas sobre el amor, la muerte, la fama en el debate artístico moderno.
Fue la analogía “Dios como pintor” —empleada para explicar la Creación divina— una de las manifestaciones pioneras del arte dentro del arte. Lo vemos en óleos de Zurbarán (Cristo crucificado contemplado por un pintor) o en representaciones religiosas (san Lucas retratando a la Virgen) que intentaban probar que la pintura o la escultura eran actividades queridas por la divinidad. También la mitología influyo en estas primeras muestras medievales. Y es que no hay que perder de vista que durante largo tiempo la obra de arte, además de carecer de fronteras, era casi un objeto de culto, muy poderoso, que mediaba entre lo humano y lo sobrenatural. No existía entonces una concepción de la historia (del arte) en términos nacionales, sino un lenguaje (artístico) universal.
Así fue prácticamente hasta los albores del s. XIX —fecha en la culmina este viaje—. Si con Tiziano y el Renacimiento se afianzó el concepto de “conciencia artística” y la posibilidad de convertir pintura y escultura en materias individuales susceptibles de tener su propia historia, con la Ilustración nace el concepto moderno de historia del arte. Pero fue el genio de Francisco de Goya el que acabó de consolidarlo definitivamente. Coincidiendo con la inauguración del Museo del Prado (1819), Goya creaba un nuevo universo artístico en el que el “yo” y la intimidad aparecen representados (más allá del autorretrato), anunciando una nueva relación entre el artista y su arte.
Con este delicioso paseo, Metapintura. Un viaje a la idea del arte, sugiere una reflexión sobre dos conceptos complementarios: la idea del arte desde la edad moderna, por un lado; por otro, el nacimiento de la historia del arte en términos nacionales.
Además, la exposición rinde homenaje a Cervantes en el IV centenario de su fallecimiento con un espacio dedicado al Quijote y su especial relación con Las meninas. ¿Por qué? Porque ambas obras son el paradigma de la metaficción. Coetáneas, referentes en la historia de la literatura y el arte occidental, tienen además en común el carácter autorreflexivo. Tanto Cervantes como Velázquez usaron estas dos obras para profundizar en aspectos fundamentales sobre sus respectivas disciplinas: espacio, límites, normas… Y se los saltaron.
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Metapintura: un viaje a la idea del arte. Hasta el 19 de febrero en el Museo del Prado. Comisario: Javier Portús, jefe de Conservación de Pintura Española.