El particular idilio de Kate Moss con Topshop continua. Y lo hace con una sugerente campaña cargada de la sensualidad más Moss. Es un regreso, un volver a verse y encontrase pasados tiempo y años y teniendo por delante una vida por hacer todavía…
Cuado Kate llegó al mundo, allá por el 74, Topshop llevaba ya 10 años abriendo tiendas y vistiendo temporadas y ahora, 50 años más tarde, continua en su línea acompañándose en su viaje por una de las top más codiciadas, una belleza atemporal que parece ajena al paso del tiempo.
La colección que viste Kate parece nacer en aquellos primeros años, en los flecos y otras prendas voluptuosas y florales, cortadas con aire hippie y sin perder nunca del todo la elegancia. Y ese nunca es tan nunca jamás como que aquí están también las propuestas más elegantes de Kate Moss para los momentos de romper y marcar estilo; son los momentos de la fiesta y del cóctel, los del vestido bien entallado y las plumas por doquier.
Kate baila como si lo hicera para sí misma, inconsciente del objetivo que la observa y de cuántos ojos la mirarán después, a ella, y a las sugerentes prendas que viste y baila.
Mods contra Rockers. Scooters contra la rutina, la monotonía, contra todo lo que no sea lanzarse al vacío conduciendo una Lambretta llena de faros y accesorios. Y la música de los Who, claro.
A partir de Marlon Brando montando una Triumph Thunderbird 6T de 1950, la inmensa mayoría de los moteros acercan su imagen a la del duro actor norteamericano. La prueba de como cambian los tiempos es que la marca británica que ahora hace frecuentes notas nostálgicas de la película, se quejó en su época de que se usaran sus motos, asociadas a violencia y bandas.
Carrie Ann Moss vestida de cuero negro se pilla una Ducati 996 y se pone a esquivar coches como si no hubiera mañana. Claro que está en Matrix, y puede que de verdad no lo haya. Al menos en la película.
Otra Triumph, como la de Brando, esta vez una TR6 Trophy, que pertenecía a Steve McQueen, que la utilizó para marcarse la que probablemente sea la mejor escena de la historia del cine en la que participa una motocicleta.
Dos películas (una continuación de la otra) con 32 años de diferencia pero con el mismo leiv-motiv: arropar una espectacular lucha-carrera de motos futuristas, las lightcycle, con todo el sabor a videojuego.
Audrey Hepburn a los mandos de una Vespa con Gregory Peck de paquete, por las calles de una Roma veraniega. Puede haber otras estampas para definir una sonrisa, o la alegría, o las ganas de vivir, pero es difícil encontrarlas
James Bond no podía faltar en una lista que hable de las dos ruedas en el cine. En este caso, con Pierce Brosnan encarnando al agente 007 con licencia para matar, y para conducir una BMW 1200 Cruise a toda velocidad. Y por supuesto, bien acompañado.
Una moto y una carretera eterna. En una de las escasas veces que el título en castellano supera al original, aquí se llamaba Buscando mi destino. Y que mejor manera de hacerlo que una Harley Davidson modificada y con Dennis Hopper de compañero.
Arnold Schwarzenegger (si, he copiado y pegado) a lomos de una Harley Davidson Fat Boy y disparando a un tipo más duro (o más líquido, según se mire) que él. Una de las mejores escenas de una de las cintas clave del cine de acción de los noventa.
De médico argentino a líder revolucionario mundial. De Ernesto Guevara a «El Che». Y en el camino, y nunca mejor dicho, una destartalada Norton 500, «La Poderosa». Quizás si hubieran viajado en coche, la historia hubiera sido distinta…
Bond era el amo de los juguetitos de nuestros sueños, hasta que llegó Bruce Wayne vestido de negro y con máscara, y empezó a sacarse gadgets de la cintura y vehículos de la cueva. Y la moto no iba a ser una excepción.
Un escaparate lleno de prendas que nos gustan a rabiar. También, avance de los diseños que vendrán, sólo vistos, de momento, en pasarelas, catálogos y showrooms.
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