El paraíso perdido.

Existe un rincón en el mundo compuesto por dos mil islas, es el rincón más plano y el más bajo respecto al nivel del mar, está en el Índico, a los pies de la India y Sri Lanka… Son las Maldivas y, entre todas ellas, Kanuhura.

Merece la pena cruzar el mundo para vivir una aventura o un sueño: aterrizar en Male y despegar de nuevo sobrevolando la inmensa belleza del lugar y, tras 40 minutos en el aire, amerizar en el lugar en el que un hidroavión toma tierra, e instalarte en un resort del que no querrás partir. Sí, sin duda, merece la pena vivir un tiempo entre atolones.

Y, de entre todos los atolones, el del resort que toma prestado su nombre de la isla que ocupa es Lhaviyani; un espacio de un kilómetro de largo y 200 metros de ancho da cabida al paraíso. Un cinco estrellas de 95 villas, cinco restaurantes, dos lounge, club infantil, SPA, centro de deportes acuáticos, un centro cultural de arte, una segunda isla a tan solo 5 minutos en barca… y todo el tiempo del mundo para disfrutarlo.

Las 95 villas salpican tierra y mar, desde el interior del atolón hasta la playa y un poco más allá, con los cuatro pilares en el Índico; se trata de edificaciones construídas y decoradas con materiales naturales para que luzcan integradas en el entorno paradisíaco en el que estamos.

Claro que no podrás evitar abandonar tu villa para regalarte un tiempo de SPA o de juegos, según lo que te pida el cuerpo; aceites esenciales maldivianos, sal de coco o piedras negras de Bali sobre tu piel para 90 minutos de masaje, mimo y cuidado, para reconciliar cuerpo y mente y lanzarte a la aventura: wake-boards, funtubes, banana-boats, canoas, kayaks, esquí acuático, patines, lanchas, motos de agua.

Comida internacional y local, arte propio, hamacas que se mecen sobre el Índico, sauna seca, piscina fría, jacuzzi, fauna marina… cenas románticas, lugares de copas, fiesta y baile… para amanecer de nuevo junto al mar, con los pies en el Índico y la felicidad en la piel.

Es el paraíso perdido… de nuevo hallado.