Una cuestión de tiempo.
Una comedia de esas que dicen "románticas" de las que tienen difícil el equilibrio entre la sensiblería y la sonrisa.
Volver atrás en el tiempo, a un momento determinado. A ese momento determinado en el que creemos que nuestra vida cambió por exceso o por defecto. Al momento de un error, de una derrota, de una palabra no dicha. Me temo que según pasan los años, que empiezan a parecerse al tendido eléctrico cuando vas en el AVE, esos momentos ocupan una lista cada vez más larga.
Pero aún así, es ojear el argumento de Una cuestión de tiempo y ponerte a pensar en ello, por si te pasa como al protagonista, Tim Lake (Domhnall Gleeson), y te dicen que en tu familia tienen ese peculiar poder. Cómo nuestro amigo Tim sólo tiene 21 años, tiene claro que va a volver al momento en el que tiene la posibilidad de conquistar al que él cree que es el amor de su vida, Mary (Rachel McAdams).
En resumen, Una cuestión de tiempo es una comedia de esas que dicen «románticas» de las que tienen difícil el equilibrio entre la sensiblería y la sonrisa, entre los lugares comunes y la sorpresa, entre hablar de amor y soñar despiertos. Por lo que parece, lo consigue, y eso es más que suficiente para que recomiende verla, que amar, lo que es amar, y sonreír, lo que es sonreír, necesitamos hacerlo todos.
Y luego, siempre puedes pasar el resto de la velada hablando sobre el momento de tu vida al que tú volverías para intentar cambiarlo.