La luna se ve más grande que las estrellas o por qué Moonlight es la mejor película del año.
Moonlight es nuestra, porque todos merecemos que nos cuenten esa historia, y que nos la cuenten como lo hace.
Quizás tenía que ser así. Quizás Moonlight, su historia, sus protagonistas, su manera de contar una vida, se merecía llegar a los Oscars, al premio a la mejor película, de la manera que lo ha hecho, diferente y por sorpresa, desde el caos a la victoria, como una una vida, pasando por manos que lo controlaban todo sin controlar nada. Posiblemente todo el mundo recuerde la manera de ganar de Moonlight, de la misma manera que recordará la película porque es diferente en su manera de llegar donde llega.
Moonlight es nuestra, no porque todos seamos el protagonista ni porque queramos serlo, si no porque todos merecemos que nos cuenten esa historia, y que nos la cuenten como lo hace.
Moonlight es sencilla, honesta y brutal sin serlo. Sencilla porque nos cuenta la vida del protagonista en tres etapas diferentes, niñez, adolescencia y juventud, encarnadas en tres identidades de un mismo personaje: Little (Alex R. Hilbert), Chiron ( Ashton Sanders) y Black (Trevante Rhodes), que no busca otra cosa que lo que todos buscamos, saber quiénes somos y dónde nos encontramos. En ese sentido, Moonlight nos cuenta sencillamente la vida de alguien a quien no conocemos. Y lo hace, y ahí llegamos al segundo punto, de manera honesta. Barry Jenkins quiere que amemos, que comprendamos, que sigamos de una manera especial a su personaje, pero no nos engaña, no nos manipula, no busca nuestra compasión o nuestra pena.
Por último, Moonlight es brutal sin serlo, porque no cae en rendirse a mostrarnos lo que sí nos dice, la miseria moral y ética, el odio racial y homófobo, el miedo, la incomprensión. Lo que se siente, lo que sentimos, es casi lo que podríamos sentir, salvando las distancias, si nos ocurriese en nuestro barrio. Moonlight es nuestra, no porque todos seamos el protagonista ni porque queramos serlo, si no porque todos merecemos que nos cuentan esa historia, y que nos la cuenten como lo hace. Esta vez, la luz de la luna ganó a las estrellas, quizás porque nos pilla mucho, mucho más cerca.