Nebraska.

Toda vida es un viaje. Y todo viaje tiene un poco de vida. Un principio y un final, por ejemplo. Y todos vivimos de diferente manera en los viajes, como si estuviéramos en medio de ninguna parte, sin las rutinas establecidas, sin los puntos fijos que nos acompañan siempre. Quizás por eso las películas de carretera, esas que los yanquis llaman «road movies» tienen algo de resumen vital de los personajes, de visión global de su manera de ser, de sus miedos o valentías, de como ganan o pierden.

Nebraska es una de esas «road movies», en esta ocasión narrando el viaje de Montana a Nebraska de un padre y un hijo en busca de El Dorado que supone un premio de lotería. Y allí estamos nosotros viajando con ellos, con el padre borracho, al que interpreta -dicen que magistralmente- Bruce Dern, con el hijo distante, con el mismo viaje como protagonista, con una mezcla entre lo cómico y lo trágico de los personajes y del mismo motivo del viaje.

Nebraska está rodada en blanco y negro, y su soplo de aire fresco sobre la cartelera viene avalado por 6 nominaciones a los Oscar, incluyendo mejor película, mejor dirección para Alexander Payne, y mejor actor principal para el veterano pero aún magnífico Bruce Dern.