El viento se levanta
siendo la película de Hayao Miyazaki, la poesía y el sentimiento está asegurado.
A veces se vuela como se puede. Yo intento volar en las palabras, dejarme llevar por las frases, repitiendo a veces su sonido para ver como encajan, abriendo los brazos de sus significados para que se mantengan sobre el viento y lleguen a quien las lee. Imaginando nubes a mi alrededor, cielos azules inmensos. Mirando arriba desde abajo soñando con verme mirando arriba desde abajo.
Como el protagonista de El viento se levanta, Jiro, yo soñaba, soñé, sueño con volar. Como él, mi vista no me permitió hacerlo como deseaba, a los mandos de un avión. Y como él, quise en su momento, como alternativa, diseñar los aparatos que conducirían otros. Cierto es que allí se quedó todo, y mis caminos fueron por otra parte, pero no dejo de identificarme con ese personaje y su pasión por volar. Y siendo la película de Hayao Miyazaki, la poesía y el sentimiento está asegurado.
Jiro, aparte de compartir conmigo esos inicios de amor por el vuelo, es un personaje real, de nombre completo Jiro Horikoshi, que terminó siendo uno de los mejores diseñadores aeronaúticos de la época anterior a la Segunda Guerra Mundial. Y también fue un hombre enamorado y amado, y ciudadano japonés en una parte convulsa de su historia. Y todo eso nos lo cuenta, y como, Miyazaki, con su habitual estilo en la que será su última película, su último canto a la belleza, su último desmostrarnos que el cine de animación no es, ni por asomo, menos cine. Sobre todo en manos como la suya.