El azul del océano en los mapas.

¡Si me llamaras, sí;
si me llamaras!
Lo dejaría todo,
todo lo tiraría:
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.

Pedro Salinas. La voz a ti debida. 1933

Desde que me llegó el título de la nueva película de los hermanos Wachowski, creadores de Matrix, El Atlas de las nubes, acudieron a mi mente estos versos de Salinas. No se porqué. Al igual que a veces la lluvia me recuerda a Gene Tierney o ver una foto de la Hepburn me hace mirar por la ventana. Recovecos del cerebro, del corazón, del alma, o a la vez de las tres cosas. El azul del océano en los mapas. Me gustaría alguna vez escribir algo tan bello como eso. Pero no estamos aquí para que la mente se nos vaya de paseo… o quizás si.

El Atlas de las nubes va a ser de esas películas bipolares. De las de amar u odiar. Unos querrán ver en cada fotograma la explicación definitiva de porque a ellos la lluvia les recuerda algo, y otros les parecerá pedante e insufrible. Unos la verán varias veces buscando nuevos detalles, y los de la trinchera opuesta cambiarán de canal con sólo ver el trailer. Los de aquí admirarán el trabajo de Tom Hanks y/o Halle Berry, y los de allí preferirán volver a ver Matrix. ¿Y yo? Yo estoy mirando por la ventana por si veo que llueve y volver a ver una foto de la Hepburn.

Para bien o para mal, para los amantes o los despechados, me temo que es una película que hay que ver, al menos para poder opinar sobre ella. Amor, futuro, pasado, tiempo, porqués. Todo mezclado y todo conectado. Y tal vez, sólo tal vez, puede que si que tenga que ver con tirar todo, con llamar, con el azul del océano en los mapas.

Recomendable acudir al cine con la mente despejada y dispuesta, tipo tarde noche de sábado. E ideal para llegar el lunes al trabajo y decir aquello de: Vi el otro día El Atlas de las nubes, y me pareció….

Y mientras, llueve en Madrid.