Doce películas del Oeste que deberías volver a ver.
Cabalguemos hacia el horizonte.
Porque seguro que las has visto, aunque sea de reojo y en la siesta, alguna tarde de sábado después de la paella de la suegra, o una madrugada de esas de zapping, entre teletiendas de cuchillos mágicos y tarots menos mágicos aún. Escenas, actores y paisajes que todos tenemos en la cabeza y que merecen -y nos merecemos- sentarse con toda la tranquilidad del mundo a verlas de nuevo para volver a disfrutar de su indudable encanto. Cabalguemos hacia el horizonte.
Centauros del desierto (1956)
De los dos John tenía que ser -Ford y Wayne, como El hombre que mató a Liberty Valance, como tantas-, la que para muchos es la mejor película del Oeste de la historia. Una auténtica lección de cine sin ningún desperdicio.
Dos hombres y un destino (1969)
Redford y Newman, siempre Newman. Y gotas de lluvia sobre mi cabeza, y saltos a ríos, y la desesperanza más alegre jamás vista en una pantalla. Y los ojos de Paul Newman. Una pareja inolvidable.
Johnny Guitar (1954)
«Miénteme, dime que me has esperado todos estos años», le dice Johnny a Vienna. Y el mundo se para esperando una respuesta que todo el mundo, sin embargo, sabe. Y la Crawford, por una vez, con los ojos casi de Bette Davis.
El hombre que mató a Liberty Valance (1962)
Otra obra maestra de Ford, otra obra maestra de John Wayne. Y el canto de cisne de un tipo de cine que no volvería jamás. Un Lee Marvin excelso y un James Stewart genial en una de esas películas que hay que ver más de una y dos veces si o si.
Grupo Salvaje (1969)
El cine del Oeste, junto con el de Leone, que tomó el relevo de Ford. Violencia y crepúsculo, el retrato de una época que no podía terminar de otra manera que con la escena final que nos plantea el bueno de Peckinpah.
Murieron con las botas puestas (1941)
El Oeste como aventura. Buenos y malos, indios y vaqueros sin más. Y un héroe -como no, Errol Flynn-, que triunfa siempre, incluso cuando es derrotado. Por pelis como esta jugábamos a indios y vaqueros.
Los Siete Magníficos (1960)
Un viaje al Oeste en el que, muchos años antes de Alien, cada uno de nosotros era el octavo pasajero. Un canto a la lealtad por el que no parecen pasar los años.
Sólo ante el peligro (1952)
Gary Cooper haciendo como en ninguna otra película de Gary Cooper para regalarnos la mirada con su presencia solitaria en esa calle. Y además, Grace Kelly.
Hasta que llegó su hora (1968)
Y La muerte tenía un precio, y Por un puñado de dólares, y El bueno y el feo y el malo, o como devolver a Hollywood la mítica del Oeste pasada por el tamiz de unos estupendos espaguetis.
Duelo al sol (1946)
Una historia de amor y desamor filmada a mayor gloria del productor de Lo que el viento se llevó, con una de las escenas finales más bellas de la historia del cine.
Winchester 73 (1950)
La primera de las colaboraciones entre Anthony Mann y James Stewart, otra de las parejas míticas del género. Stewart no es Wayne, pero tampoco lo necesita para bordar su papel de vaquero en cualquiera de ellas.
Sin Perdón (1992)
Parece lógico que fuera Eastwood quien le diera un nuevo impulso al cine del Oeste unas cuantas décadas después de su época dorada. Un pedazo de película que demuestra, sin lugar a dudas, que el Oeste nunca morirá.