Byzantium.
No sé si recomendaros acudir a verla en sesión de tarde, por aquello de evitar la salida nocturna y solitaria del cine
Hace una veintena de años, a finales del pasado siglo (lo que mola escribir esto, oye, suena a antiguo que te cagas) el director Neil Jordan nos regalaba las miradas con Entrevista con el vampiro, adaptación cinematográfica de la novela de Anne Rice -dentro de la saga Crónicas Vampíricas– que por aquellos años había revolucionado el género de terror, dotando a los Chupasangre de todo un universo a medias entre el romanticismo de Byron y Poe y el naturalismo de Zola o Galdos, con una profundidad que se alejaba tanto de los Drácula de Bela Lugosi o Christopher Lee como de la insípidas mezclas que se harían posteriormente en el tema de los vampiros a mayor gloria de las hormonas adolescentes con la saga de Crepúsculo.
Ahora Jordan vuelve al tema de la sangre y de quienes se alimentan de ella en Byzantium, la historia de dos mujeres, madre e hija (interpretadas por Gemma Artenton y Saoirse Ronan) que ocultan un secreto tras su aparente vida destartalada, tan caótica como el hotel al que llegan, el Byzantium, donde alguien las ofrece cobijo. Vampiros, amores y venganzas, riesgo y deseo se mezclaran para impulsar los acontecimientos que harán que sus vidas cambien por completo. Todo ello, aderezado con la exquisita sensibilidad del director irlandés, que logra sacar belleza de lo más duro e inhóspito del relato.
No sé si recomendaros acudir a verla en sesión de tarde, por aquello de evitar la salida nocturna y solitaria del cine, cuando puede parecer que se escuchan unos pasos…