300: El origen de un imperio.
Puro cine de acción y efectos especiales al servicio de los... ¡Espartanos!
Cuando puedes resumir una película en una sola palabra, y además esa palabra es reconocida por la mayoría de la gente a la que te diriges, no lo dudes, es que esa película se ha convertido en un clásico. La palabra es «espartanos», normalmente dicha en un tono de exclamación, y la película, claro, 300, de Zack Snyder, una brutal fantasía colorista y violenta, adaptación tan peculiar como fidedigna de una genial novela gráfica del mismo nombre firmada por Frank Miller.
300 no tuvo como tal, continuación (hasta ahora), pero desde su estreno, implantó un estilo visual tan imitado como homenajeado, con mejor o peor suerte, por un buen número de películas de acción. Ahora llega la secuela oficial, 300: el origen de un imperio, donde ya no dirige Snyder ni actúa Gerald Butler, sino Noam Murro y Sullivan Stapleton, respectivamente, para contarnos, o más bien mostrarnos, la continuación de la historia (y también los antecedentes) de nuestros amigos de pechos como armarios y diálogos tan espartanos como su lugar de procedencia.
Quien vaya a ver 300: el origen de un imperio no creo que espere mucho más de lo que ofrece: combates largos y espectaculares, diálogos cortos y contundentes, historia simple y al grano. Puro cine de acción y efectos especiales al servicio de los… ¡Espartanos!