Isaac Bashevis Singer nació en Leoncin, un shtetl a orillas del Vístula, en Polonia, que en esa época era parte del Imperio Ruso, aunque fue registrado en Radzymin. A esta incertidumbre se añade la de la fecha misma de su nacimiento. El propio Singer dijo en broma que fue un 14 de julio, pero todo su rastro ha desaparecido de la historia. Dicen que fue por librarse del servicio militar.
Lo que si sabemos es que fue hijo y nieto de rabinos, y se formó en el seminario rabínico de una Varsovia rica en ritos y costumbres ancestrales. Desde muy joven colaboró con algunos periódicos yiddish de aquella ciudad, donde por entonces se publicaban alrededor de veinte periódicos y revistas en esa lengua.
Hasta que en 1935, animado por su hermano mayor Israel, emigró a Estados Unidos huyendo del nazismo. Cuando abandonó su país, tenía treinta y cinco años, una calva incipiente y un ácido sentido del humor. Había sido educado en la ortodoxia de los textos, así que en aquel Nueva York de los años treinta, en esa especie de atracción irresistible para los desarraigados del mundo, no tardó mucho en vender sus narraciones al Jewish Daily Forward, con su verdadero nombre o bajo el seudónimo de Isaac Varshawsky.
Escribía en yiddish, lengua nacida en los ghettos de Alemania, y que al principio no fuera más que una jerga que fue enriqueciéndose con otros aportes. El yiddish era el idioma de la diáspora, un idioma fresco y colorista que sirve para comunicar de forma sencilla las cosas y los hechos cotidianos, cosas que ignoraba el idioma culto, el hebreo, un instrumento de culto, aristocrático y usado sólo para fines nobles y solemnes.
Isaac Bashevis Singer es, sin duda, el más grande y el más conocido de los escritores en yiddish, lengua que jamás abandonó, aunque era consciente de que ello entrañaba el peligro de la marginación. Su obra está llena de episodios que justifican el uso de esta lengua por parte de sus paisanos –para ellos el inglés es una lengua seca e inexpresiva-. Como lo está también del rechazo contra ciertas costumbres arcaicas de los judíos, pero que constituye, tanto como escribir en yiddish, recursos esenciales de su narrativa.
Singer combate con ironía toda esa estructura de costumbres exageradas, el fanatismo religioso , la rígida moral y los perjuicios seculares que crearon normas de vida absurdas pero que nadie osaba violar. Según Singer, la ortodoxia rabínica ahogaba al amor, a la alegría, a la vida. Su mundo no tiene nada que ver con las grandes constantes de la narrativa norteamericana, ni drogas, ni armas, ni adulterio, ni Vietnam. Pese a todo, los libros de Singer son fáciles de leer, siempre que se supere la traba que pueda suponer los abundantes cultismos y referencias bíblicas, filosóficas y científicas que nutren sus páginas.
Un premio Nobel más que sirve para demostrar que la calidad y la dignidad poco que ver con la fama y la difusión comercial.
“Cuando la literatura se convierte en demasiado intelectual - cuando comienza a ignorar las pasiones, las emociones - se vuelve estéril y sin sustancia.”
El mundo está lleno de gente interesante, de gente que aporta, que crea, que sabe… la gente que construye en sociedad, la gente que admiramos, en la que creemos, es ésta.
Abogado, doctorado en ciencias políticas y presidente número 28 de Estados Unidos, Woodrow Wilson nació en Staunton, Virginia, el 28 de diciembre de 1856. + ver