Lincoln Indianápolis by Boano.
Un prototipo de 1955 único, motor americano y carrocería europea.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el diseño automovilístico norteamericano pasó por un mal momento. Muchas compañías no pudieron soportarlo, cerrando sus puertas para siempre, pero las que lograron aguantar lo hicieron asociándose con los artesanos constructores que desarrollaban diseños originales, atractivos y contemporáneos al otro lado del Atlántico. Así fue como nació el idilio entre Hudson y Touring, Chrysler y Ghia, Packard con Bertone y Ford con la turinesa Carrozzeria Boano.
La leyenda cuenta que fue el mismísimo Henry Ford II el que llamó a Felice Boano al año siguiente de tomar las riendas de Ford con el deseo de que lo ayudara a encontrar el camino hacia una nueva era, con grandes dosis de diseño y frescura. Fue Gianni, hijo de Felice, el que materializó el sueño de presentar un nuevo diseño Salón del Automóvil de Turín de 1955, un atrevido y futurista concept car para la filial de lujo de Ford en el que destacaban sus elegantes curvas aerodinámicas inspiradas en los aviones de la época y su color naranja flamboyán. En honor a la famosa carrera de las 500 millas, lo bautizaron como Indianápolis.
Y así quedo el 1955 Lincoln Indianápolis, como un prototipo único en su especie con un motor V8 de 200 caballos de potencia, transmisión automática de cuatro velocidades y una carrocería a la europea. Ahora, después de casi sesenta años de historia, restaurado con primor tras un devastador incendio en 1960, y varios dueños –se dice que Errol Flynn fue uno de ellos – se va a subastar en el Art of the Automobile de Nueva York el próximo 21 de noviembre gracias a las prestigiosas casas del ramo RM Auctions y Sotheby’s. En 2006 fue la última vez que cambió de propietario y lo hizo a cambio de 1,37 millones de dólares. La última vez que se le ha visto su espléndida figura ha sido este pasado verano formando parte del ilustre Concours d’Elegance de Pebble Beach.