Black Badge, lo último de Rolls-Royce.
Si algo saben las grandes firmas, algunas centenarias ya, es que no pueden vivir de su pasado como no pueden hacerlo exclusivamente de su historia o su tradición, ni tan siquiera de la calidad de sus productos; las grandes firmas lo son porque no han seguido nunca las tendencias del momento sino que las han creado y, además, porque han entendido la sociedad a la que hablaban a través de sus productos; se trata de un entendimiento proactivo, de saber lo que quieren sus clientes antes incluso de que éstos lo demanden, se trata de ir por delante, de crear, de innovar, de sorprender y de exceder las expectativas del mundo.
Y todo eso sólo logran hacerlo de manera sostenida en el tiempo un puñado de grandes firmas que lo son precisamente por eso; una de esas firmas es, indudablemente, Rolls-Royce, que ha acudido al evento automovilístico más importante del año -El Salón Internacional del Automóvil de Ginebra- con una propuesta diseñada a la medida de las nuevas gentes de éxito, jóvenes audaces, autónomos, independientes, con estilo propio y sus sueños por delante; para ellos es lo último de Rolls-Royce, una personalización innovadora, vanguardista, diferente e infinita porque, dicen desde la firma inglesa, que todo, absolutamente todo, se puede personalizar.
Black Badge son dos acabados aplicables a los modelos Ghost y Wraith que, si bien tienen el negro como hilo conductor, presentan diferentes propuestas en cuanto al resto de detalles del vehículo desde las llantas o el anagrama de Rolls-Royce hasta la tapicería del vehículo. Claro que las novedades no son exclusivamente estéticas sino también de motor.
El Ghost, lanzado en 2009 y renovado en 2014, es la reinterpretación de las limusinas Rolls Royce, un vehículo elegante y sorprendente que en su versión Black Badge incrementa su pontencia en 40 CV; por su parte el Wraith, lanzado en 2013, es el Rolls-Royce más potente del mundo y en su versión Black Badge incluye mejoras en la suspensión, en la aerodinámica e incluso en la seguridad.
Rolls-Royce pretende de este modo incrementar su penetración en un mercado que, a priori, parece tomado por otras firmas de coches de lujo que hacen que la etiqueta ‘clásico’ a la que Rolls no puede renunciar por respeto a su historia pese en ocasiones demasiado; con propuestas bespoke como esta estrenada en Ginebra, Rolls se sacude el peso de su clasicismo en lo que tiene de connotación negativa y se queda con lo positivo, con la elegancia, la historia, el estilo, la clase… es toda esa riqueza de la firma inglesa la que se ve personalizada en una propuesta joven y ciertamente sofisticada que da una pátina de juventud y vanguardia a Rolls-Royce convirtiéndola en una firma apta para las nuevas generaciones.