Moulin Rouge.

Sombras de larga duración para definir la mirada, brillo máximo para dibujar los besos y duos para esculpir los pómulos. En rose o rouge... Guerlain.

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Sólo tenía una pasión, dos a lo sumo y en una acomodaba ambas. Adoraba jugar con las palabras, con sus dobles y terceros sentidos, sus sinónimos y sus antónimos, su musicalidad y su encanto… y lo hacía con un único objetivo, cantar al amor. No era escritor ni se había enamorado jamás pero esos eran sus grandes anhelos y sabía, con absoluta certeza, que la vie en rose que su padre le ofrecía no sería nunca el hogar de sus pasiones…

Y es que Christian era un tipo bohemio, apasionado a su modo, y aunque le parecían muñecas de porcelana las damas en Rose Angélique, las sentía también demasiado perfectas y se sentía él pequeño frente al sutil poder de seducción del rosa de sus labios, del brillo de sus ojos y de aquellos pómulos de piel de melocotón que terminaban de componer rostros dulces, amables, deseables… angelicales; rostros que lo llevaban a la vie en rose de su mundo burgués y acomodado en el que sentía adormecerse sus pasiones…

Pero él quería ser un escritor bohemio, romántico y apasionado, por eso necesitaba que un atormentado corazón roto lo llevara a la inspiración y también por eso le gustaba perderse en el Montmatre de 1900… un barrio en el que no cabía el rosa ni su encanto, uno en el que las pasiones, todas, campaban libres por las calles adornadas por los 7 pecados capitales y sus colores… Gourmandise le sonrió tentadora y con tan solo pensar su tono y la musicalidad de su palabra, frambuesa, sintió el deseo de un bocado, deseo que se diluyó suave frente a Paresse, un rosa de vida bohemia; pero no era Montmartre un barrio de rosas y no tardó en cruzarse con la sinrazón de Orgueil en ciruela amarga, el sinsentido de Avarice en brillante beige y el absurdo de Envie en encendido y electrizante naranja

Su razón lo alejaba un paso de tales emociones pero su sentir se rendía sin remisión a sus profundos y bellos colores; una rendición que lo llevó hasta las aspas del molino donde su corazón se eclipsó ante Luxure en ocre brillante y dorado… y amenazó con detenerse ante Colère, en rojo sangre y fuego de pasiones desatadas… Era Satine.

Rose Angélique y Rouge D’Enfer, dos rostros de la misma mujer porque nosotras no tenemos que elegir entre la vie en rose o la bohême, podemos jugar a ser distintas siendo en el fondo la misma y pintarnos como en un juego… para el juego.

Y como en Guerlain lo saben, declinan nuestros dos colores, el rosa de nuestros momentos dulces y el rojo de los momentos, si cabe, más dulces… Con sombras de larga duración para definir la mirada, brillo máximo para dibujar los besos y duos para esculpir los pómulos, todo ello en paleta Rose Angelique o Rouge D’Enfer… Tú eliges.

Guerlain

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