El día y la noche de Donna Karan.

Dos relojes que son piezas minimalistas en blanco y negro que apuestan por el esmalte pulido de la cerámica.

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Le gusta madrugar, despertarse entre sábanas revueltas, caminar hacia la ducha y terminar cubierta por el albornoz que compró en su último viaje a París, un capricho de terciopelo y estampado damier que hace que las mañanas siempre sean más agradables.

Con el zumo recién exprimido, las tostadas humeando y el café con una nube de leche, se sienta con la mirada perdida en el estampado de su sillón big mama, contemplar los tonos ocres combinados con fucsias, negros y granates la estimula.

Mira el reloj. Es la segunda vez que lo hace esa mañana, a sabiendas de que no ha pasado más de media hora desde que se despertó. Aún lleva el de color negro, el que acumula noches, en el que sólo pasa el tiempo a partir de las diez. Así que antes de que en su cabeza se empiece a organizar la agenda del día, va hacia la habitación, abre el primer cajón de la cómoda y lo cambia por el blanco. Los días a veces se complican y suele relajarse cuando mira cómo pasa el tiempo sobre ese blanco tan brillante.

Colecciona relojes, esto lo heredó de su padre. Su colección es extensa, pero está muy bien seleccionada. Cada reloj tiene un momento, su muñeca lo sabe.

Donna Karan ha diseñado estas dos piezas minimalistas en blanco y negro apostando por el esmalte pulido de la cerámica.

dkny.com

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