Agricultura biodinámica: El arte de producir menos y mejor.

Una parcela en Jaén se rige por un calendario propio, el de la Asociación de Agricultura Biodinámica de España.

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En 12,5 hectáreas de terreno conviven un rebaño de 600 ovejas, 37 panales de abejas y olivos de picual. Todos en perfecta simbiosis, en una suerte de sociedad –aún utópica, tristemente– en la que impera el equilibrio, la tolerancia y un tácito trabajo en equipo.

En ese ecosistema el estiércol de las ovejas se deja fermentar con hojas, ramas y lo que sobra de las aceitunas tras la extracción del aceite para generar un compost rico en nutrientes; las abejas ayudan a preservar la cubierta vegetal del suelo y los olivos producen un zumo color verde intenso, muy aromático y sabroso, con casi el doble de antioxidantes que un aceite de oliva virgen extra de agricultura convencional.

En los cultivos biodinámicos, que empiezan a despertar todavía tibios intereses en este mundo “moderno”, hay poco de novedoso. De hecho, suponen retroceder en el calendario y recordar cómo trabajaban el campo nuestros antepasados hace más de 2.000 años.

Es una reacción lógica”, dice Paco Vañó, director de Castillo de Canena, sobre todo, explica, porque el uso desmedido de pesticidas, herbicidas, insecticidas y abonos químicos ha degenerado en “campos muertos y erosionados”, en una humanidad que no ha cesado de avanzar y progresar, a veces sin miramientos.

Su parcela de Jaén se rige por un calendario propio, el de la Asociación de Agricultura Biodinámica de España, en el que se fijan días específicos de siembra, poda y recogida en función de, por ejemplo, los ciclos lunares o planetas como Marte, Júpiter o Saturno, responsables del desarrollo de flores, frutas y semillas.

Pero también hay algo de magia detrás de todo este proceso. Para Vañó el responsable es el fungicida, hecho con polvo de cuarzo disuelto en agua, que se atomiza en cada olivo. “Tiene una doble función porque actúa como deshidratador de la hoja ayudando a que el hábitat sea duro para el hongo y también son millones de espejitos mínimos que se esparcen por las hojas y que estimulan la recepción de los rayos del sol”.

Paco Vañó, un hombre serio, de ideas claras y pasado financiero, habla con naturalidad y pasión de su trabajo en el campo y termina la entrevista con un mensaje más que elocuente: “El ser humano tiene que mirar menos arriba y más a su entorno. Debe entender que forma parte de la naturaleza, que debe respetarla si quiere seguir existiendo como ser vivo y que tiene que producir cada vez mejor y no cada vez más”.

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