La clase de esgrima, Infierno azul y Election: La noche de las bestias.
O nos vamos a Estonia para ver un profesor de los que molan, o pasamos miedo en una playa o en un futuro esperemos que muy lejano. El caso es hacerse un cine.
El fin de semana cinematográfico se presenta tan desierto de grandes nombres como pleno de diversión de las llamadas «culpables», esas que no nos atrevemos a confesar a cierto sector de nuestras amistades por temor a que critiquen nuestros gustos cinematográficos, pero que nos llenan de diversión en su visionado. Desconocidos, desde luego, son los nombres al frente de La clase de esgrima, una película de la muy alejada Finlandia, aunque aborde un tema visto en no pocas películas, el profesor que ayuda e inspira a sus alumnos y se convierte en una especie de héroe para ellos. Tampoco es que se pueda tildar de original el planteamiento de Infierno Azul, la nueva película de Jaume Collet-Serra, donde Blake Lively deberá tenérselas con un tiburón blanco, aunque no debe confundirse la poca originalidad con la diversión que nos vaya a proporcionar, muchísima. Por último, Election: La noche de las bestias culmina la trilogía distópica iniciada con The Purgue sobre un futuro poco halagueño pero perfecto para una noche de cine dedicada al terror.
La clase de esgrima, de Klaus Härö
Un joven campeón de esgrima huye de los por esa época (los años 50) malvados rusos y se convierte en un profesor de esgrima al estilo de El Club de los Poetas Muertos o Los Chicos del Coro, pero con más frío. Hay también una historia de amor, claro, y los rusos que no cejan. Todo tan visto como entrañable.
Infierno Azul, de Jaume Collet Serra
Sóla ante el escualo se podría haber llamado perfectamente la nueva de Jaume Collet-Serra, si no fuera porque Infierno Azul es un título mucho más chulo y ambiguo. Una chica, un tiburón de los de verdad, y 200 metros hasta la salvación en una playa solitaria. Eficazmente entretenida.
Election: La noche de las bestias, de James DeMonaco
Dentro de esa tradición de darnos miedo mediante la presentación de sociópatas cada vez peor de la cabeza, la tercera de las películas de la saga de The Purgue nos deja satisfechos si estamos abonados a su disfrute. Abstenerse pesimistas sobre el futuro de la sociedad y en general quien no sea aficionado al género. Para el resto, lo dicho, placer culpable.