Una pastelería en Tokio. Un cuento con sabor a dulce.
Una delicada historia japonesa sobre la importancia de lo que no parece importante
Para Sentaro (Masatoshi Nagase), un pastelero, la vida discurre sin alegrías mientras cocina dorayakis (un dulce japonés relleno de frijoles rojos) y los vende en su tienda de Tokio. Un día, Tokue (Kirin Kiki), una anciana, se acerca a él y le pide trabajar en su tienda para cumplir su sueño. Aunque le cuesta acepta, Sentaro acaba cediendo, para comprobar que las manos de la anciana son muy especiales y que sus dorayakis consiguen en poco tiempo hacer de la pastelería un negocio prospero. Pero la anciana no sólo transmite a Sentaro la genialidad de sus pasteles. También hace que el pasado y los secretos afloren para afrontarlos.
Decía el director norteamericano D.W. Griffith que lo que el cine necesita es belleza, la belleza del viento moviéndose entre las hojas de los árboles. Naomi Kawase, la realizadora japonesa responsable de Una pastelería en Tokio, casi toma al pie de la letra las palabras de su colega para entregarnos en su película una delicada pieza de sentimientos, imágenes y palabras llena de esa belleza serena en la que pensamos al imaginarnos el viento entre los árboles. Árboles que sin ninguna duda en esta ocasión serían cerezos, omnipresentes en la película, metáfora del renacimiento y símbolo de la situación de los personajes.
En resumen, Una pastelería en Tokio es una película destinada a ser saboreada con tranquilidad, degustando sus situaciones, sus personajes, sus diálogos. Una película para recordar a Griffith y dejarse llevar por el viento entre las ramas de los cerezos de Tokio, mientras esperamos que nos sirvan un dorayaki y una taza de té.
Título original: An
Año: 2015
Duración: 113 min.
País: Japón
Director: Naomi Kawase
Guión: Naomi Kawase (Novela: Durian Sukegawa)
Música: David Hadjadj
Fotografía: Shigeki Akiyama
Reparto: Kirin Kiki, Miyoko Asada, Etsuko Ichihara, Miki Mizuno, Masatoshi Nagase, Kyara Uchida