Una docena de héroes que todos hemos jugado a ser.
Todos hemos jugado a ser otro, a ser los héroes de la historia... todos hemos querido ser alguno de estos personajes
Desde que los niños somos niños, hemos jugado a ser héroes. Héroes de rodillas sucias, de trepar por los muros de la calle y de hacer barcos piratas con cajas de cartón, expertos en la cultura del reciclado, que el mismo cartón era dos días después Fort Apache, o Fort Fernández, si se ponía pesado el niño que suministraba las pistolas de plástico o las plumas de los indios. Héroes del Séptimo de Caballería de BHs, Orbeas y similares, o Luke Skywalker a poco que alguien hubiera dejado un fluorescente fundido a la vista en la basura. Caballeros del Rey Arturo con ramas, arqueros de Robin Hood sin flechas y comandos aliados que lanzaban a las trincheras nazis granadas-piedras que nunca explotaron.
Fuímos, simplemente porque quisimos y podíamos, espías, correos del Zar, cazadores de bisontes, karatekas invencibles, generales de tropas que venían en sobres, mosqueteros aunque fueran franceses, piratas aunque fueran ingleses y bandoleros porque eran de Córdoba. Éramos Peter Pan, héroes que no querían crecer para seguir salvando al País de Nunca Jamás del Capitán Garfio, de esos que aún esconden una espada láser en el armario, una colt-45 tras la lavadora, un arco y sus flechas detrás de la americana que nos dejó de valer hace ya unos añitos.
Fuímos lo que leíamos en los tebeos y en los libros, en aquellas novelas ilustradas de Bruguera, en los tomos de Vértice. Éramos lo que nos echaban en Sesión de Tarde, las series de después de cenar, en las sesiones dobles del Lido de Bravo Murillo, en el cine de los sábados del salón de actos del San José. Copiábamos a Errol Flynn, a Tyrone Power, a Bruce Lee, antes de que que nos diese por los cigarros para parecernos a alguien que ligaba más que nosotros. El cine fue la academia de nuestros sueños de aventureros, que nos mostró esta docena de héroes que todos hemos jugado a ser.
James Bond
A James Bond, antes de que nos diéramos cuenta de que también le envidiábamos porque ligaba mucho, molaba jugar porque tu reloj se podía convertir en una tele y una silla en un aparato de transporte supersónico. Y siempre éramos Connery, por supuesto.
Uno de los Siete Magníficos
En cuanto a eso de jugar a vaqueros, había donde elegir, desde John Wayne a Clint Eastwood, desde Jesse James a Buffalo Bill. Pero lo bueno de los Siete Magníficos es que no había problemas para elegir cuando eramos muchos para hacerlo. Aunque todo el mundo prefería, claro, a Steve McQueen.
Capitán Vallo, el Pirata Carmesí
Y el Corsario Negro, y el Capitán Blood… pero Vallo molaba porque además era un cachondo, y hacía acrobacias, y tenía un amigo mudo y andaba bajo el agua… Y le hubiera caído estupendamente bien a Jack Sparrow.
Han Solo
Si es que Luke Skywalker, aparte de un nombre hortera y un padre no muy allá, era demasiado blandito. Y Han tenía el Halcón Milenario y a un armario peludo detrás para cuidarle las espaldas. Y además, ser Jedi, con tantas normas, debe de ser un aburrimiento.
Robin Hood
Es posible que las calzas verdes no le sentaran bien ni a Errol Flynn, pero a ver quien es el guapo que se atreve a echarse unas risas a costa de un tipo con esa puntería. Y además, robaba a los ricos para dárselo a los pobres, que es una profesión que siempre luce mucho en las reuniones con amigos.
Indiana Jones
Es cierto que cantábamos aquello de “Indiana, Indiana, me tienes hasta la banana”, de los Hombres G, pero reconozco que era pura envidia. Inteligente, atractivo, buscando cosas chulísimas por medio mundo y con un padre llamado Sean Connery. Insuperable.
Curro Jiménez
Un Robin Hood, pero en sevillano. Más chulo que un ocho, sin flechas ni espada pero con una navaja de padre y muy señor mío. Y dando cera a los franceses, una versión en bandolero de Nadal ganando todos los años Roland Garros…
Mosquetero
Más concretamente D’Artagnan, si es que los demás te dejaban elegir o ganabas a piedra, papel tijera. Si no, tampoco estaba mal ser Athos, Porthos o Aramis. Y todos para uno, y uno para todos, al menos hasta que te subías a cenar.
El Zorro
Una mezcla afortunada entre Curro Jiménez, Batman y Robin Hood. Era como el héroe español de Hollywood. No era Peter, John, Frank o Charlie… Era Don Diego de la Vega. Rico, con máscara y capa como Bruce Wayne, fuera de la ley y a caballo como Curro y amigo de los necesitados como el arquero.
Starsky o Hutch
Pero mejor Starsky, que Hutch era para gustar a las niñas, menos a Ojazos, que no le gustan tan blanditos. Y el Ford Torino rojo, que era el coche con el que soñábamos todos para cuando alguna vez nos sacáramos el carnet de conducir.
Spider-Man
De todos los tipos en mallas y con máscara que poblaban los tebeos cambiados en la Papelería Maruja, yo siempre sentí predilección por Spider-Man. Bromeaba sin parar con los malotes, a pesar de su poder siempre andaba metido en problemas de andar por casa, como el dinero o los amores, y lo dibujaba un tipo llamado John Romita, aunque en realidad eso sólo lo supiera (y me importase) con los años.
Bruce Lee
Lo bueno de Bruce Lee es que no necesitabas arco, espada, revolver, winchester ni leches. Con mover las manos como si diéramos cera, puliéramos cera (Gracias, Pat Morita, por esas lecciones), y chillar de manera aguda y pretendidamente china, ya teníamos al personaje. Y la bronca de nuestra madre por practicar la patada voladora con la silla de tu cuarto.