Trion Nemesis, la quintaesencia de un superdeportivo de lujo.

Hablar de Trion SuperCars es hacerlo de una jovencísima firma de automoción californiana que no lleva más que dos años de trayectoria, tiempo suficiente para sorprender a propios y extraños con un modelo de superdeportivo espectacular, el Nemesis.

La misión confesa de Trion SuperCars -TSC- es altamente retadora, se presentan como una firma cuyo objeto no es otro que plantar cara a Europa en lo que a diseño y fabricación de coches deportivos de lujo se refiere; eso nos lleva a pensar en vehículos, por diseño o funcionalidad, como el Hennessey Venom F5 -también americano-, el último Ferrari, el último Porsche 911 u otras novedades europeas como el Vencer Sarthe; por supuesto hay más, Lamborghini e incluso Alfa Romeo y Volkswagen han presentado propuestas de lo más lujoso y deportivo en el transcurso del último año, pero sólo el Hennessey confronta el Nemesis.

Trion SuperCars, presentando el Nemesis, se suma por derecho propio al panorama mundial de los superdeportivos de lujo, siendo el suyo además muy funcional en lo que a la conducción se refiere, porque en Trion quieren conquistar al mundo no sólo por diseño y prestaciones sino también por el placer de conducir. Además, en un alarde de solvencia, el Nemesis se presenta ya en cuatro modelos que incluyen versión híbrido y matizan tanto su funcionalidad como su belleza.

Hablamos de un superdeportivo con motor V8 TwinTurbo y 2.000 caballos de potencia lo que le permitirá alcanzar los 450 km/h de velocidad máxima y alcanzar los 100 km/h en sólo 2,8 segundos; ni que decir tiene que estos datos convierten al Nemesis en el superdeportivo más rápido y potente jamás rodado, con permiso del Hennessy Venom F5.

Claro que por ahora hablamos de una propuesta, una idea, un prototipo… será el año que viene cuando el Nemesis entre en producción, en una limitadísima producción que lo convertirá en un superdeportivo, además de rápido, exclusivo.

No vamos a decirte que curses pedido, pero el mero hecho de verlo, conocerlo, saberlo… es un placer ¿verdad?