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El árbol magnético

Una película especial, distinta, de otro ritmo y escena

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Volver a los orígenes. Puede que incluso buscarlos, porque no parece tan sencillo a veces saber donde están. ¿Cual es el principio de lo que somos? ¿Está en nuestra infancia? ¿Está en la familia, en el barrio, en el pueblo, en los amigos? ¿Está en nuestra juventud, en los primeros besos, en los primeros sueños? Puede que muchos tengan fácil y rápida respuesta a estas preguntas. Yo las tengo dependiendo del día. Hay veces que tengo muy claro de donde vengo, y otros miro hacía atrás y no acierto  a ver el camino recorrido. Imagino que será cuestión de perspectiva.

El protagonista de El árbol magnético, Bruno, lo tiene bastante más claro. Sus orígenes están en un pequeño pueblo de Chile. La casa de campo en la que vivió su infancia se ha puesto a la venta, y la familia se reúne para despedirse de ella. En la casa hay un árbol especial, que se ha convertido en una pequeña atracción turística: el árbol magnético. Al visitarlo, Bruno completa el círculo recordando sensaciones y sentimientos que creía olvidados desde hacía años.

El árbol magnético está dirigida por Isabel de Ayguavives con sensibilidad y cercanía, aunque es probable que se tarde un poco en acomodarse al ritmo que nos propone. Pero logra introducirnos en la familia de Bruno, y nos deja un estupendo sabor en la boca al terminar. Ayudan (y mucho) a ese gusto final que nos deja la película sus intérpretes: Andrés Gertrudix, Manuela Martelli, Catalina Saavedra, Gonzalo Robles y Juan Pablo Larenas, entre otros.

Una película especial, distinta, de otro ritmo y escena. Cómo si las demás películas fueran montar en moto y este árbol magnético nos permitiera dar una tranquila vuelta en bicicleta.

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