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Mucho ruido y pocas nueces.

Recomendable para todos los que saben que lo importante de las películas no es quién las hace, sino quién la ve

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Hay muchas maneras de hacer películas, pero todas ellas son cine. Está una película como Los Vengadores, de producción multimillonaria, actores de tirón y sueldo muy grandes, efectos especiales de los de millones el kilo y publicidad hasta en la sopa. Y está Mucho ruido y pocas nueces, rodada en 12 días, en blanco y negro, y con actores desconocidos. Por pagar, no pagan al guionista ni derechos de autor, que para eso es una adaptación de Chespir.

Y, por estas cosas que tiene el cine -y la vida-, ambas películas están relacionadas más allá de que se pueden ir a ver al cine. Lo que las relaciona es Joss Whedon, director de ambas. Y también, más importante todavía, las une el hecho de que ambas «funcionan»: son divertidas y el espectador disfruta de lo que ha pagado. En el caso de Mucho ruido y pocas nueces, porque Whedon hace una adaptación de la obra de Shakespeare (si, ya he leído en google cómo se escribía) que la convierte en fresca y muy adaptada a los tiempos que corren, sin caer en ningún aburrimiento del que suelen adolecer otros intentos más pretenciosos. La cosa va de que una pareja no cree en el amor, pero se verán envueltos en una trampa de alguien que piensa lo contrario, y está dispuesto a demostrárselo.

Recomendable para todos los que saben que lo importante de las películas no es quién las hace, sino quién la ve… y eso no depende del dinero.

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