De tal padre, tal hijo.
¿Cual es la materia de que se forma el cariño hacia un hijo? ¿La sangre? ¿Los días jugando o sufriendo con él?
Ser padre y tener miedo son dos cosas que van intrínsecamente unidas. En realidad, amar, de cualquier manera, y tener miedo de que algo le ocurra al ser amado o a la relación es una cosa normal, casi leve en la mayoría de los casos y enfermiza en los menos. Pero en el caso de los hijos a ese miedo se une su fragilidad ante el mundo, su necesidad de nosotros, las cosas que siempre faltan por enseñarles.
Lo que no es normal es tener miedo de que tu hijo no sea tu hijo. Y eso es precisamente lo que le pasa a Ryoata, un arquitecto obsesionado con el éxito a quien de la noche a la mañana comunican que su hijo de seis años fue cambiado por error al nacer por el de otra familia. Y entonces el miedo se hace preguntas: ¿Cual es la materia de que se forma el cariño hacia un hijo? ¿La sangre? ¿Los días jugando o sufriendo con él? ¿Un instinto paternal?. Estas son las preguntas y los miedos, la falta de certezas absolutas, sobre las que que gira De tal padre, tal hijo, la película de Hirokazu Kore-eda que ganó el premio especial del jurado del último Festival de Cannes.
Recomendable ir a ver la película antes de que el amigo Spielberg haga el remake para el otro lado del charco, comprador como ha sido de los derechos para hacerlo, y nos venda la moto y nos robe la sencillez y poesía -convirtiéndola en sensiblería sin más- que guarda la cinta de Kore-eda.