4 vigas.
Un proyecto que enfrenta dos matices con los que permanentemente vivimos...
Algún día nos veremos cara a cara con ella y, al igual que ocurre en los espejos, puede que no todo lo que veamos sea de nuestro agrado. Momentos inolvidables, tiempos amargos, instantes irrepetibles, personas que nos llenan la vida y personas que se despiden…Todo diluido en una imagen sin censura que muestra el final con toda la crudeza, una imagen que refleja lo vivido, lo eterno, lo fugaz y lo que pudo haber sido.
A lo largo de diez años el arquitecto paraguayo Solano Benítez abordaba sistemáticamente el proyecto de la tumba de su padre sin llegar a una solución concreta. Tal como dice el pintor Antonio López una obra nunca se acaba, sino que se llega al límite de las propias posibilidades, y en el caso de Solano este proyecto estaba resultando inabarcable.
El deseo de su padre de ser enterrado en su casa de la localidad de Piribebuy, le rondaba la cabeza, pero según sus palabras, la circunstancia de abordar el tema de la muerte, y en particular de alguien tan amado, le hizo atravesar por todos los estados de melancolía imaginables. El diseño parece una broma cuando te enfrentas a algo tan real.
El proyecto finalmente se sitúa en una parcela rodeada de vegetación donde cuatro vigas de hormigón biseladas en las esquinas y elevadas sobre el terreno, conforman un cuadrado de 9 metros de lado. En la cara exterior de las vigas el hormigón se muestra entremezclado con hojas de Amambay, helecho característico del lugar, mientras que la cara interior de las mismas queda forrada mediante espejos. De este modo al acceder al interior del cuadrado uno se puede encontrar con su propia imagen, habitando otra dimensión formada por un sinfín de reflejos de la naturaleza que lo rodea.
Ya en el interior del cuadrado se sitúa el foso con la tumba, mientras que próximo a la misma, en un lateral, un pequeño arroyo irrumpe en el silencio del lugar. De nuevo, enmarcado en el gran cuadrado, lo eterno e irrevocable enfrentado a lo efímero, lo pasajero, lo momentáneo. Y es que este proyecto enfrenta esos dos matices constantemente. Dos matices con los que permanentemente vivimos, y con los que logramos entender que todo lo que llega se va, porque todo lo que se nos da, al fin y al cabo, sólo se nos presta.
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