Hizo cine y teatro; fue Ofelia, Cleopatra y Julieta pero pasará a la historia como Scarlett O’Hara, Blanche Dubois y, por encima de todo, como ella misma: Vivian Mary Hartley, Vivien Leigh, nacida en Darjeeling, al pie del Himalaya, metáfora de venir al mundo en un lugar de barreras insuperables.
Rindió al mundo con sus dos papeles estelares en Lo que el viento se llevó y Un tranvía llamado deseo por las que acumuló un Bafta, un Globo de Oro y dos Oscar. Persiguió por amor a Laurence Oliver y, a pesar de su tortuosa relación, dicen que fue el gran amor de su vida. Apasionada, inquieta, obstinada y excesiva, cumpliría hoy 103 años.
Pero el telón de la vida de la que fue posiblemente fue la mejor, la más intuitiva y lúcida actriz de cine y de teatro que había dado al mundo Inglaterra en lo que iba de siglo, bajó súbitamente con poco más de 50.
Aunque era británica, su prodigiosa interpretación de la señorita O’Hara la hizo pasar a la historia como la encarnación de la belleza dramática del sur de Estados Unidos. Unas cualidades que marcaron la vida de la intérprete que inmortalizó a la heroína sureña, pues la delicada y frágil Vivien siempre se ocultó detrás de esa máscara llamada Escarlata.
Quizás por vanidad, porque el papel y los resultados la hicieron feliz. O quizás porque siempre se mostró orgullosa del personaje al que veía a la altura de una Lady Macbeth o de una Ofelia. O Quizás porque Vivien Leigh percibía en Escarlata esa fuerza de voluntad dinámica y firme que a ella le faltaba en cada intento por sobreponerse a la enfermedad mental o a debilidades del alcohol. Todo, a pesar de que siempre prefirió el teatro al cine, medio que veía como una forma fácil de ganar dinero.
Vivien también compartió con la voluble y caprichosa Escarlata genio, ambición y grandeza. Y tozudez. La misma tozudez que le proporcionó el papel en Lo que el viento se llevó, novela de Margaret Mitchell que revolucionó Estados Unidos en el verano del 36 y que la actriz descubrió mientras guardaba reposo después de un accidente de esquí. La misma tozudez que la llevó a perseguir a Laurence Olivier convencida de que sería el gran amor de su vida. Ambos estaban casados, pero no dudó en presentarse en el mismo hotel de Capri donde el actor disfrutaba de unos días de vacaciones con su esposa. Comenzaron una larga aunque difícil historia de amor, arruinada por el tiempo y las infidelidades.
Sometida en ocasiones a tratamiento de electroshock como remedio a su trastorno bipolar, enfermedad larvada y recóndita que la fue consumiendo el corazón acongojado de esta mujer bella y frágil como una heroína romántica.
El mundo está lleno de gente interesante, de gente que aporta, que crea, que sabe… la gente que construye en sociedad, la gente que admiramos, en la que creemos, es ésta.
Abogado, doctorado en ciencias políticas y presidente número 28 de Estados Unidos, Woodrow Wilson nació en Staunton, Virginia, el 28 de diciembre de 1856. + ver