El año en que comenzó la edad de oro del ajedrez soviético fue 1927. Exceptuando dos años en los que el holandés Max Euwe consiguió el campeonato del mundo, el dominio de los grandes maestros rusos fue aplastante… hasta 1972. Ese año un estadounidense conseguiría romper la hegemonía. En plena Guerra Fría, la aparición de Bobby Fischer para los norteamericanos fue providencial.
Robert James Fischer, llamado por todos Bobby Fischer, nació en Chicago, hijo de Regina Wender, una enfermera suiza de ascendencia judía y de Hans Gerhardt Fischer, médico de origen alemán. A los dos años sus padres se separaron, y él y su hermana Joan, de siete años, quedaron a cargo de su madre trasladándose a vivir a Brooklyn. La pasión por el ajedrez de nuestro protagonista comenzó cuando su hermana le regaló un tablero y le enseño los movimientos básicos de cada pieza. Pronto la pasión se convirtió en obsesión. Fischer no fue un niño prodigio, sino un niño sumamente inteligente no interesado en los estudios cuyo mundo giraba alrededor de 64 cuadros blancos y negros. Con el tiempo se forjó a sí mismocomo jugador excepcional. Con 13 años consiguió por primera vez el título de Campeón Junior Norteamericano, y un año después, revalidó el título. Fue entonces cuando aseguró que sería campeón del mundo.
La otra obsesión de Fischer era el dinero, lo que hacía que él mismo se definiera como un tipo detestable y egoista. Pero Bobby Fischer era simplemente un tipo extraño, excéntrico, un jugador de ajedrez que, a pesar de su desmedido amor por el dinero, donó todo los fondos necesarios para evitar el cierre de un colegio para negros. Extraño… y extravagante por mil cosas, como la de abandonar algún que otro torneo porque sus creencias religiosas le impedían jugar los sábados. Y suspicaz, muy suspicaz cuando sospechaba que una cámara, el público, o un tío que pasaba por allí favorecía a los siempre odiosos maestros soviéticos. Y anárquico, como aquella partida en la que salió a la sala con la mitad de su tiempo consumido (y ganó!). Y también egoísta, exigente, testarudo, irregular… y carismático. Porque jugase con blancas o con negras, Fischer siempre jugaba a ganar. No entendía otro resultado. Así, desde 1962 hasta que consiguió en 1972 el Campeonato del Mundo, no perdió casi ningún torneo. Quedará para los anales del ajedrez mundial el mano a mano con el campeón del mundo de entonces, el tranquilo y seguro Boris Spassky, la llamada partida del siglo disputada en Reykjavik. Tras dos agotadores meses y después de 50 años de dominio soviético incontestable, Estados Unidos tenía a su campeón. Bobby Fischer ya no volvería a jugar ninguna otra partida oficial. Ahí comenzaba una leyenda llamada Bobby Fischer.
“Me opongo a que digan que soy un genio del ajedrez. Me considero un genio en general que, casualmente, juega al ajedrez. Es muy distinto. Miren a Kaspárov: él es un genio del ajedrez. Fuera del tablero, en cambio, es un idiota.”
El mundo está lleno de gente interesante, de gente que aporta, que crea, que sabe… la gente que construye en sociedad, la gente que admiramos, en la que creemos, es ésta.
Abogado, doctorado en ciencias políticas y presidente número 28 de Estados Unidos, Woodrow Wilson nació en Staunton, Virginia, el 28 de diciembre de 1856. + ver