El templo del agua.
Un templo que nace en el agua y muere en ella, entorno a una forma ovalada que simboliza lo eterno...
Desde tiempos ancestrales los espacios religiosos han simbolizado la transición de un estado a otro. A partir de la celebración del primer Concilio de Nicea en el 325 d.C. todas las iglesias católicas pasaron a orientar su cabecera hacia el Este, en vez de al Oeste como lo estaban hasta entonces las de los templos egipcios y romanos. De este modo la luz del amanecer guiaba a los fieles desde la entrada en penumbra, hasta el ábside iluminado, una transición de la oscuridad a la luz.
Cuando en 1989 la orden budista Ninnaji Shingon encargó al arquitecto Tadao Ando la ampliación de su templo en la isla Awaji, no imaginaron que la respuesta fuera tan distinta a la de los tradicionales templos de Japón realizados con madera y sobre plataformas.
De sobra es conocido el empleo del agua en todas las religiones, las denominadas abluciones no eran sino lavados purificadores que los religiosos practicaban antes de rezar. Este templo no sólo utilizaba el agua sino que estaba en ella, en su interior, simbolizando una transición desde lo profano, el mundo exterior, hasta lo más espiritual, el espacio sumergido. De este modo, aunque no formalmente, sí que se puede establecer una relación con los tradicionales templos budistas, los cuales tratan siempre de potenciar en sus espacios dicha transición espiritual.
Todas las formas que definen el espacio se construyen en un hormigón visto perfectamente trabajado y moldeado, cuya austeridad formal se ve compensada con el tratamiento de la luz y el juego de perspectivas parciales que van anunciando el recorrido sin mostrarlo abiertamente, un camino que insinúa más que muestra.
La sencillez del lenguaje empleado logra transmitir una profunda espiritualidad que llega hasta el paisaje donde se sitúa, como si el espejo de agua intentara atrapar en su reflejo el paisaje montañoso que lo rodea. Un templo que nace en el agua y muere en ella, todo dispuesto en torno a una forma ovalada que simboliza lo eterno, un espacio en el que la luz surge como guía y finalmente se muestra como elemento de culminación.
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