Houselife.
Entre el concepto platónico de la arquitectura y la realidad diaria de una limpiadora...
Guadalupe Acedo, natural de Badajoz, cada día sube y baja con sus cubos, su aspiradora, sus bayetas y su fregona por las tres plantas de la vivienda que el periodista, guionista y arquitecto Rem Koolhaas construyó entre 1994 y 1998 en Burdeos, al sudoeste de Francia.
“Yo respeto todos los gustos, pero nunca viviría aquí, parece una nave espacial” dice Guadalupe.
La vivienda “Maison à Bordeaux” fue proyectada para un cliente y su familia pero, a mitad del desarrollo de su diseño, éste tuvo que ser modificado a raíz del accidente que el dueño sufriría y que le dejaría en una silla de ruedas de por vida.
A partir de ese momento todas las circulaciones de la casa giran en torno a la comodidad y accesibilidad de éste desde su nueva situación, generándose una relación especial entre el propietario y su vivienda. El corazón de la misma es una gran plataforma elevadora que da acceso a los distintos niveles. El resto de la casa está formada por muros giratorios, rampas, etc. Todo un ejemplo de cómo a veces la idea del diseño puede surgir de conceptos tan funcionales, y de casualidades tan poco agraciadas.
Las dos plantas en que se divide la casa reflejan claramente los usos de las mismas: la inferior de vidrio abierta al paisaje, alberga los espacios de uso más común. El piso superior por el contrario está formado por un cerramiento macizo con aperturas circulares, que parece flotar sobre el piso inferior. En éste se sitúan los espacios más privados, reservados para la propiedad.
La estructura calculada por Cecil Balmond denota esa inestabilidad que sufrió el proyecto. Quedando lo macizo apoyado sobre lo ligero gracias a cuerpos volados, vigas torsionadas, y tirantes anclados al terreno. Todo un conjunto de elementos estructurales puestos al límite para conseguir el equilibrio perfecto, ese equilibrio que tanto anhelaba su propietario.
Koolhaas houselife, la película documental rodada por el italiano Ila Bêka y la francesa Louise Lemoîne, nos introduce en la lucha entre el concepto platónico de la arquitectura y la realidad diaria de esta limpiadora, dando lugar a situaciones donde el espectador no sabe de qué lado estar. Un documental que no se centra en la arquitectura sino en la vida que hay detrás de ella, un film inspirador y una oportunidad para reflexionar.