Una colección de naturaleza étnica y formas arquitectónicas. Sophie Theallet oda al blanco y negro en primavera.

Voy a empezar con una afirmación, que a riesgo de ser una sentencia, sólo aspira a proporcionar una amplitud de miras. Así que ahí va: la moda existe más allá de Dior, Chanel o Prada.

Porque aunque es cierto que son ellos y algunos más, quienes marcan las tendencias, quienes dicen qué se lleva y cómo, existe un mundo de firmas exquisitas que merece la pena explorar, y que desde aquí os animamos a que lo hagáis.

¿Queréis un ejemplo? Pues podéis empezar a bucear en el imaginario de Sophie Theallet. Una diseñadora formada en París (Studio Berçot), y galardonada con el National Young Design Award, que tras haber trabajado para Gaultier, aprendiendo cómo tratar los colores y cómo desarrollar la narrativa de una colección, y también mano a mano durante 10 años con Azzedine Alaïa, en 2007 crea su propia marca, pero ya desde la Gran Manzana, consiguiendo sólo dos años después el reconocimiento de la industria de la moda americana, ganando el CFDA/Vogue Fashion Fund Award.

Y desde allí, desde el epicentro neoyorkino, Sophie crea temporada a temporada, colecciones con las que creer en la moda, no como réplica, sino como innovación. Para poder entenderla también como arquitectura, siempre desde el punto de vista textil, pero incluso como movimiento, contraste y mucho de diversión. Porque divertirse a fin de cuentas, suele ser la clave para casi todo.

Así que aquí estamos, en ese punto en el que Verónica Webb, sobre su tez de ébano, consigue que los diseños de Sophie Theallet para esta primavera/verano, sean tan extremadamente adictivos. No sólo por sus formas con oquedades, sino también por lo que se adivina de sus texturas, y claramente por ese sentir étnico, de estampados vegetales, animales y de extremos con plumas.

Un descubrimiento que nos reconcilia con la moda más auténtica y creativa, con la que disfrutar mirando, y sin lugar a dudas vistiéndola.