Javier Márquez Sánchez.

Pocos consiguen describir el hedonismo clásico como este sevillano. Su última novela rescata el lado más oscuro de Las Vegas en los años del Rat Pack.

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Un rasgo de Javier Márquez que gusta, y mucho, es la humildad con la que recibe cada una de las buenas críticas que cosecha con cada una de sus novelas. Humildad y, si me apuran, incluso una ilusión más propia del que empieza o del que se sorprende por leer tanto halago. Y ni es nuevo en esto de escribir ni mucho menos no merece tantas buenas reseñas. Javier se ha convertido en los últimos años en todo un referente de la novela negra actual en nuestro país y ahora está de estreno con ‘Afilado como un blues a medianoche‘, la segunda de las aventuras de su personaje Eddie ‘Siete Vidas’ Bennett.

Periodista especializado en música, los dedos de este sevillano treintañero vuelan sobre el teclado cuando tiene que escribir un reportaje sobre sus adorados Simon y Garfunkel, o informar del nuevo single de ‘El boss’. Y es que su pluma sigue siendo la del fan que se emociona porque aparece unos segundos en el DVD oficial de un concierto de alguno de sus ídolos clásicos o al que sorprenden con una canción de los Rat Pack en un hilo musical mientras camina por alguna calle.

Su primera novela, ‘La fiesta de Orfeo‘, fue toda una oda al cine negro. Luego le sucedieron dos más hasta llegar a ‘Afilado…’. “Me siento en un momento muy vitalista, feliz, pleno, entusiasmado… Creo por eso ‘I’m gonna live till I die’, de Sinatra, es la canción que más tarareo últimamente”, afirma.

Para brindar por su éxito, siempre elige un Dry Martini. Si toca beber ginebra, “una Tanqueray o una Martin Miller’s van muy bien; y el vermú, sin excusas, Noilly Prat”. Para ahogar penas, “nada de cócteles, no tengo cuerpo de andar combinando; mejor tirar de botella: siempre tequila reposado. Antes Herradura, ahora soy más de Excellia o sobre todo Centenario”.

Escribir historias supone para Javier “vivir vidas fuera de su alcance, jugar como cuando era niño, disfrutar de los placeres como un detective privado hedonista, sufrir como un amante despechado, destilar adrenalina como un aventurero… La misma magia que siempre he experimentado leyendo la mantengo al sentarme a escribir. Es una adicción. Puedo pasarme cuatro meses sin teclear una línea, pero no pasa un día en el que no cree alguna historia, algún pasaje, algún personaje en mi cabeza”. Sus fans ya esperamos para que alguno se transforme en protagonista de su siguiente novela.

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