Un paseo por la Casa de la Sabiduría: Al-Khwarizmi.
Lo más relevante de Al-Khwarizmi fue su capacidad para anteponer el servicio a la ciencia por delante de la estricta tradición musulmana en la que vivía.
Hacia el siglo IX aproximadamente se recopilaron los cuentos orientales conocidos como Las Mil y Una Noches. En el primero de ellos, Sherezade, para salvar la vida y quebrar su fatídico destino, noche tras noche, narra al visir y futuro marido cuentos maravillosos, a cuyo final llega precisamente al alba, lo que obliga a la inteligente mujer a dejar la narración hasta la noche siguiente. Y así hasta contar mil y una. Muchos de esos cuentos están protagonizados por el califa Harún Al-Rashid, que significa Aarón el Justo y su mujer Zobeida. Bajo el mandato de Al-Rashid el califato abasí disfrutó de una época de prosperidad y florecimiento intelectual. Al Mamun, su segundo hijo, continuó el enriquecimiento de la ciencia árabe y de la Academia de Ciencias creada por su padre, llamada la Casa de la Sabiduría. Se tradujeron al árabe obras científicas y filosóficas griegas e hindúes, y contaba con observatorios astronómicos.
En este ambiente creció un matemático al que debemos mucho quienes amamos las ciencias: Mohammed Ibn Musa abu Djafar Al-Khwarizmi, «Mohamed, hijo de Moisés, padre de Jafar, el de Khwarizm». Mucho se ha debatido acerca de su verdadero lugar de origen, a pesar de que en su propio nombre se indica que fue Khwarizm. Sí se sabe que murió en Bagdad, actual Irak, tras una vida dedicada a la ciencia: la Matemática, la Astronomía y la Geografía, en particular.
Las matemáticas que estudiamos en el colegio se deben en gran parte a sus avances: nuestro sistema de numeración de origen hindu-árabe en base diez, la resolución de ecuaciones de segundo grado, y términos como algoritmo o álgebra.
En Astronomía, estudió la Luna, los eclipses y creó tablas de senos, cosenos y tangentes imprescindibles para estudiar la trayectoria de los astros.
En Geografía listó las latitudes y altitudes de montañas, ríos y accidentes para, gracias a la multitud de geógrafos a sus órdenes, componer el mapa más completo del mundo conocido en su época.
Pero lo más relevante de Al-Khwarizmi (pronunciado “Al-Juarizmi”) fue su capacidad para anteponer el servicio a la ciencia, la simplicidad y la facilidad para entender los secretos de las disciplinas que estudiaba, por delante de la estricta tradición musulmana en la que vivía. Incorporó los modos y maneras hindúes mucho más intuitivos y las aportaciones de los griegos.
El trabajo de Al-Khwarizmi fue heredado por el mundo latino gracias a la labor de estudio y traducción de otra escuela tan libre y avanzada como la Casa de la Sabiduría de Bagdad: la de Toledo en España.