William Moulton Marston y la “Mujer Maravillas”

Inventó un dispositivo que medía la alteración en la presión sanguínea cuando cambiaba el estado de ánimo, siendo el precursor del polígrafo.

En plena Segunda Guerra Mundial se produjo un fenómeno en el mundo del cómic que mostraría una pauta a las mujeres desde entonces y hasta ahora: apareció Wonder Woman, la mujer maravillas. Esta heroína de cómic, la primera, tiene un padre y dos madres. En este curioso triángulo el centro lo ocupa el famoso psicólogo estadounidense William Moulton Marston (1893-1947).

William Moulton se licenció en derecho y psicología, especialidad en la que obtuvo un doctorado. Su tema de investigación era las emociones de la gente común y corriente. Investigando el comportamiento diario del americano medio estableció cuatro categorías que le permitieron diseñar un test para determinar las principales características de la personalidad humana: la dominación, la inducción, la sumisión y la conformidad. Cada una de estas categorías las contemplaba asociadas a los cuatro elementos tradicionales: el fuego, el aire, el agua y la tierra. Y, por otro lado, cada una de ellas generaba a su entender actividad o pasividad en entornos hostiles o favorables. Así la dominación produce actividad en un entorno antagónico, la inducción genera actividad en un entorno favorable, la sumisión produce pasividad en un entorno favorable y, finalmente, el conformismo o la conformidad produce pasividad en un ambiente hostil.

Inspirado por su mujer Elisabeth Holloway, inventó un dispositivo que medía la alteración en la presión sanguínea cuando cambiaba el estado de ánimo, siendo el precursor del polígrafo. Trató de emplearlo para sustentar las decisiones judiciales pero los tribunales estadounidenses no estaban preparados por entonces.

Pero lo más sorprendente es su faceta como creativo en una editorial de cómics. En la década de los 40, en plena Segunda Guerra Mundial, Marston decidió crear una heroína femenina que representara a una mujer inteligente y decidida pero también afectuosa y buena. La tenía a su lado: su esposa Elisabeth. Con dos licenciaturas, Saddie (como la llamaban) fue madre, compañera, investigadora y profesional en una época en que no era propio de las mujeres. Sin embargo, no le servía como modelo físico. Y ahí aparece la segunda “madre” de Wonder Woman, la antigua estudiante de psicología que pasó a ser su ayudante de laboratorio y su amante: Olive Byrne. Pero lejos de ser una relación oculta, William le pidió a Elisabeth que aceptara a Olive como parte de la familia en una suerte de trío. Ella aceptó y, no solamente eso, a la muerte del psicólogo, Elisabeth mantuvo económicamente a sus dos hijos, a Olive y a los dos hijos que había tenido con su marido (adoptados por los Marston), en una familia de dos viudas y cuatro hijos. Y así fue hasta la muerte de Olive.

Ni siquiera las mujeres quieren ser mujeres mientras nuestro arquetipo de femineidad carezca de fuerza, fortaleza y poder… El remedio obvio es crear un personaje femenino con toda la fuerza de Superman más todo el encanto de una mujer bella y buena.

Estas palabras de William Moulton explicando la necesidad de una heroína femenina ocultan una vida que giró alrededor de sus dos musas y la perfecta unión de ambas, la Mujer Maravillas, cuyos poderes psicológicos obligaban al enemigo a mirar en su interior y reconocer esa parte, mayor o menor, de bien que todos tenemos, y que conducía irremisiblemente a que el malo abandonara su acción terrible y cediera ante la bondad.



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