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José Hipólito Unanue y Pavón: el hombre fuerte de Perú.

El Perú existe antes de la Independencia. Esa fue la idea que movió a José Hipólito Unanue y Pavón.

El Perú existe antes de la Independencia. Esa fue la idea que movió a José Hipólito Unanue y Pavón (1755-1833) y a muchos independentistas peruanos a seguir adelante. Tiempos complicados, esos en los que además de romper vínculos con España de la manera menos dolorosa posible, tenían que demostrar la “mayoría de edad” y la madurez de las nuevas instituciones, en un país con una historia propia cada vez más obsoleta para vivir en el nuevo mundo global y un futuro derivado de una invasión que había durado siglos con todo lo bueno y lo malo que tuvo.

Hipólito Unanue fue la mano derecha de San Martín y Bolívar, era un liberal defensor de la independencia. No obstante, por ser un fue un firme y perseverante trabajador con un incombustible sentido del servicio a los demás, colaboró con el virreinato para obtener beneficios para sus compatriotas y el germen de lo que sería Perú.

Hijo de una familia de vascos sin medios económicos, emprendió la vida religiosa y la dejó para estudiar Ciencias Naturales y después Medicina. Analizó la flora y fauna del Perú e hizo una clasificación que ha pasado a los anales de la historia natural. Fue el fundador del primer anfiteatro para el estudio de anatomía de Perú, asignatura que él mismo impartía, y fue inaugurado en la Universidad de San Marcos en 1792. Fundó el Colegio de Médicos de Perú. Escribió en las primeras revistas de carácter científico. Contribuyó a la creación de la Sociedad de Amigos del País. Y, sobre todo, se esforzó todo lo que pudo en que el saber universitario llegara a los criollos, apartados de la universidad.

Viajó a España como representante de Arequipa en las Cortes Constituyentes, pero al llegar, habían sido disueltas. Aún así, su viaje le permitió solucionar otros problemas, como determinadas concesiones al Colegio de Médicos de Perú y la restauración de los bienes de algún amigo suyo, liberal e independentista. Tuvo la gallardía de rechazar un marquesado del rey de España, que quedó asombrado por la personalidad y la sabiduría del científico peruano. Y se volvió a Lima a seguir trabajando en la consecución de sus ideales.

Uno de sus libros se refiere a la climatología de Perú y su relación con los humanos. En realidad, se trata de una seria refutación a las teorías del reputado científico francés el conde de Buffon, quien había propuesto y defendido la teoría conocida como “degeneracionista”. Según la misma, el clima del continente americano explicaba que las especies de la flora y la fauna americanas fueran más débiles que las de la Vieja Europa, los animales más pequeños y los hombres menos viriles y menos fuertes. Para ello, empleó una serie de datos reales o inventados, no se sabe, que sustentaban estas ideas. La fama de Buffon y su importancia en las ciencias naturales europeas eran tan grandes que la tesis de la degeneración de las especies se difundió por Europa como la pólvora. El mismo Jefferson escribió su Notes on the State of Virginia rebatiendo las tesis de Buffon. Y lo mismo hizo Unanue. Es cierto que junto con ideas muy sensatas había otras menos ortodoxas como su escepticismo respecto a la utilidad de la química en la medicina. Pero en el mundo en el que nos movemos, en el que estamos redescubriendo nuevas medicinas milenarias, tampoco suena tan disparatado como en el siglo XIX. Lo que sí dejó claro es la influencia del clima de Perú en sus habitantes, en los visitantes, en la flora y la fauna, y gracias a ello, tenemos el primer tratado de climatología peruana.

La idea de Buffon chocaba con la convicción de que todo hombre puede lograr las metas que se proponga, porque según Buffon, hay hombres superiores a otros, y así, los americanos nunca llegarían a superar a los europeos. Y además, si Buffon estaba en lo cierto ¿quién estaría dispuesto a invertir o a emigrar a América?

El problema fue tanto más grave cuanto que la difusión del “degeneracionismo” pasaba de tratados científicos a periódicos y conversaciones en las tertulias intelectuales de prestigio. El prejuicio estaba creado. Sacarlo de las mentes europeas fue complicado.

Tanto Jefferson, que llegó a presentar ante el naturalista francés todo tipo de pruebas físicas que refutaba su absurda tesis, como Unanue desde Perú, defendiendo la influencia del clima en la sintomatología de las enfermedades en el Perú, rechazando la idea que se trataba de una tara de la especie, fueron muy importantes en eliminar de la cultura popular ese mito.

Los descendientes de Unanue pueden sentirse especialmente orgullosos de su antepasado, como yo de ser amiga de alguno de estos herederos. No estaría de más que aprendiéramos de personajes como él: honesto, comprometido, con coraje y pusiéramos en práctica, pasito a pasito, nuestros ideales.

 



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