‘El pintor de batallas’: carne de cañón para el teatro.

El dramaturgo Antonio Álamo traslada al teatro la novela de Pérez-Reverte, ‘El pintor de batallas’.

El pasado 7 de octubre, el Teatro Calderón de Valladolid celebraba el estreno absoluto de El pintor de batallas, la primera novela de Arturo Pérez-Reverte que se sube a las tablas. Y lo hace con toda la intensidad del texto original. También con toda la magia que sólo el teatro es capaz de generar. Ello pese a las dificultades y dolores de cabeza que este tipo de adaptaciones provocan en sus traductores escénicos. Sin embargo, para Antonio Álamo teatralizar la novela ha sido uno de los retos más placenteros y deseados. Lo intuyó hace diez años, al leerla por primera vez. Por la concentración espacial y de caracteres, por la intensidad de los diálogos, por la intriga de la trama… es carne de cañón para el teatro, afirma el dramaturgo que también dirige la obra.

La escenografía tampoco se queda atrás. Ideado por Curt Allen Wilmer, el espacio recrea a la perfección la atmósfera de la novela: hostil, adusta, desolada como un campo de batalla. Un impresionante decorado pintado por Ángel Haro completa la escena donde Alberto Jiménez (Ivo Markovic) y Jordi Rebellón (André Faulques) se enfrentan a sus fantasmas, a sus respectivas devastaciones internas. Se enzarzan en un diálogo brutal en el que diseccionan las ¿razones? para matar. Un duelo dialéctico en el que se desgrana la guerra, la violencia, la crueldad. Sin tapujos.

Al pie del acantilado donde se encuentra la torre y dos hombres rinden cuentas, rompen las olas.

El fotógrafo de guerra André Faulques es el pintor de batallas. Un tipo duro quebrado por las guerras que fotografió durante tres décadas. Encerrado en una torre vigía abandonada con la sola compañía de sus demonios pasados, se resguarda del mundo para pintar la foto que nunca logró hacer. Proveniente de ese pasado, Faulques recibe la visita de un rostro desconocido que, sin embargo, ha visto cientos de veces. El rostro de la derrota. El del hombre que un disparo inofensivo convirtió en héroe de guerra. El rostro de Ivo Markovic. El croata al que Faulques fulminó con su cámara en una Vukovar devastada durante la última guerra que vieron los Balcanes. La imagen le valió un prestigioso premio fotográfico; al croata la fama mundial. Pero Markovic no viene a celebrarlo, sino a matarle. Aunque antes pretende saldar varias cuentas.

En ese instante comienza la verdadera batalla. Ante nuestros ojos, fotógrafo y retratado despliegan razones, sentimientos, historias de sangre, sudor, mierda e infinita crueldad, explica Antonio Álamo. Ambos son víctimas y verdugos. Ninguno inocente. Los dos cómplices del abismo de las guerras y de la perversión. Como toda la humanidad. Pues de eso trata la obra. Novela o drama teatral, El pintor de batallas nos sacude la conciencia. Nos hace reflexionar, a través de sus diálogos, sobre los conflictos bélicos, el dolor, el tiempo, el azar, el significado del mal y nuestra personal interpretación del mismo. Pues como sentencia Olvido —ese tercer personaje omnipresente e invisible en toda la trama— el hombre tiene cinco litros y pico de sangre y qué fácil es derramarla. Siglos vertiéndola y no termina de salir nunca.

Tras el éxito en Valladolid, la obra estará de gira por todo el territorio nacional: Aranda de Duero, Córdoba, Albacete, Toledo, Logroño, Avilés, Pamplona… A Madrid llegará en primavera, a los Teatros del Canal.

Más información El pintor de batallas



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