El chico de la última fila: el nacimiento de un escritor.

André Lima dirige en el Teatro María Guerrero la obra de Juan Mayorga, El chico de la última fila.

En el colegio, en la última fila de clase, suelen sentarse los rebeldes, los insumisos, los distraídos, los que no tienen remedio ni valen para estudiar… Eso es lo que siempre nos han contado y puede que sea cierto. Sin embargo, la última fila es también la mejor amiga de los que imaginan, de aquellos que se alimentan de la curiosidad, de mirar por la ventana, de contemplar vidas ajenas. Porque desde la última fila se ven todas las demás. La frase en cursiva es de Juan Mayorga, el autor de la obra El chico de la última fila, puesta en escena por el CDN bajo la dirección de Andrés Lima.

Juan Mayorga y Andrés Lima. Dos pesos pesados del panorama actual de la escena española. Dos hombres curtidos en las letras y en las tablas. Dos dramaturgos cuya complicidad nos ha regalado representaciones tan brillantes como Alejandro y Ana, Últimas palabras de Copito de Nieve o Hamelin, todas ellas representadas por la compañía Animalario. Dos nombres que bastan para acudir al teatro sin dilación. Esta vez al María Guerrero de Madrid.

La trama va de arte, de literatura, de creatividad, de conflictos escolares y familiares, de maestros y discípulos, de los que se aburren en clase y no disimulan, de lo que pasa por la cabeza de los asiduos a la última fila, a veces por elección, otras por imperativo académico: quitarse de en medio a un elemento incómodo es imprescindible para la fluidez del curso. “En esta obra asistimos al nacimiento de un escritor, pocas veces asistimos a este alumbramiento”, subraya Lima.

La puesta en escena es bella y muy sencilla: una cortina de seda separa los dos espacios (y tiempos) en los que se desarrolla la intriga, el de la ficción desde donde escribe Claudio, y el de la realidad desde donde se representa la obra.

Alberto San Juan encarna a Germán, el profesor de literatura fascinado por los relatos que Claudio (Guillem Barbosa), su alumno silencioso, El chico de la última fila, le envía de forma periódica. Claudio cuestiona y provoca, nos obliga a mirar el mundo de otra manera, desde el punto de vista de la magia y el misterio. Y lo hace de manera involuntaria, al otro lado del espejo. Porque “el Chico es un espejo, como todos los artistas”.

La obra se estrenó el pasado 14 de octubre y podrá verse hasta el 8 de noviembre, de martes a domingo, a las 8 de la tarde, en el Teatro María Guerrero.

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