La danza de los gnomos. Antonio Bazzini. Vídeo, letra e información.
Inspirado por Paganini, como su mentor era rápidamente reconocido por su técnica virtuosa.
Antonio Bazzini nació en Brescia en 1818 y pronto se supo que había venido al mundo dotado de un gran talento musical. Con 18 años conoció a Nicolò Paganini, el músico del diablo, que lo animó a comenzar su carrera como concertista, además de estimularle enormemente con su arte y su personalidad. Con 25 años se marchó a Leipzig, donde durante cuatro años estudió a los grandes maestros alemanes, especialmente a Bach y Beethoven mientras era admirado por Mendelssohn y Schumann. Poco después comenzaría un largo ciclo de giras muy celebradas que lo llevaron por Alemania, Francia Dinamarca y España, convirtiéndose en uno de los artistas más populares de su tiempo. Bazzini, como su mentor y maestro Paganini, era rápidamente reconocido por sorprendente talento y su capacidad técnica para cautivar al público.
Para sus giras europeas compuso numerosas piezas de corte virtuosista, como el scherzo fantástico La danza de los duendes, Op. 25, una pieza que expresa de forma brillante una escena fantástica en la que unos duendecillos bailan y juegan sin parar, una escena lúdica vertiginosa que juega al límite con los recursos del instrumento. Puro divertimento y una demostración de virtuosismo extremo -que muchos tacharan de efectista- como podéis comprobar en la interpretación del violinista canadiense James Ehnes que toca el Marsick fabricado por Antonio Stradivari en 1715.
Gracias a su amplia experiencia internacional, a su regreso a Italia se dedicó a la composición de obras completamente diferentes, una ópera, cantatas, oberturas, poemas sinfónicos y música de cámara, lo que contribuyó al renacimiento de la música instrumental en su país de la mano de compositores como Giovanni Bottesini o Amilcare Ponchielli. Después de 10 años en su país comenzó a dar clases de composición en el Conservatorio de Milán, donde tuvo como alumnos a Alfredo Catalani, Pietro Mascagni y al gran Giacomo Puccini. En 1867, Bazzini había estrenado con escasa fortuna su única ópera, Turanda, basada en el Turandot del conde ilustrado Carlo Gozzi que cuarenta años más tarde serviría a Puccini para componer su última obra.