Una de las Tarantellas napolitana de Athanasius Kircher.
Un baile de galanteo supuestamente nacido de la fobia producida por la picadura de la llamada araña lobo o tarántula.
El baile de los atarantados es un fenómeno observado hasta bien entrada la mitad del siglo XX en los alrededores de la ciudad de Tarento. La manifestación se origina con la dolorosa mordedura de una tarántula cuyo veneno atacaría el Sistema Nervioso Central del afectado. Entre los síntomas que acompañan a la pérdida de contacto con la realidad de los atarantados se encuentra la respuesta a un determinado tipo de música llamado tarantela, estímulo que hace que el individuo, influenciado por esta rítmica melodía, inicie unos movimientos en principio no muy coordinados, que se van haciendo cada vez más expresivos, hasta convertirse en una agotadora danza.
Todas las fuentes coinciden en que tanto tarantela como tarántula proceden del nombre de la ciudad de Tarento, en Apulia, región de la Italia meridional que en la Iconología de Cesare Ripa de 1618 ya se representaba como una fémina de tez reseca y en posición de baile, envuelta en una fina tela salpicada aquí y allá de tarántulas… con diversos instrumentos musicales a su lado. Con el tiempo, este fenómeno fue apareciendo en otras regiones del Mediterráneo, como Cerdeña, la Península Ibérica y el norte de África, y también en otras partes del mundo, como América del Sur y Central. Aunque los síntomas se conocen desde la Antigüedad, fue el siglo XVII el periodo de mayor curiosidad por el tarantismo, interés más motivado por el desarrollo de las ciencias de la naturaleza en la época que por un aumento de las picaduras y su incidencia en la población.
Uno de los más afamados pensadores que se manifestaron sobre la cuestión del tarantismo en aquel tiempo fue el jesuita alemán Athanasius Kircher, representante insigne de la cultura barroca por sus conocimientos enciclopédicos en materias diversas. Kircher visitó Italia a mediados del siglo XVII y recogió mucho material que luego utilizó para sus libros, de los que nos interesan dos. El primero es Musurgia Universalis de 1650, dos volúmenes directamente relacionados con la música, donde trata de manera general el tarantismo y cita algunos ejemplos de aplicación curativa de la música. Cuatro años más tarde, en su Magnes sive de arte magnética, aborda una serie de cuestiones claves para el problema del tarantismo, así como la terapia con música apropiada, citando ejemplos de tarantelas, con un breve análisis y descripción de los instrumentos musicales empleados en su interpretación. Un problema típico era si realmente era la música lo que sanaba al enfermo. Hay quienes consideraban que la música era el único remedio para las personas que sufrían la picadura de la tarántula, pues esta rápida danza era el único método para estimular el movimiento en los pacientes e impedir que se agarrotaran los músculos. Por otro lado, provocaba una copiosa sudoración que permitiera expulsar el veneno. Mientras tanto, la tarantela se convirtió en un baile de galanteo que imita el acto de espantar un tipo de locura supuestamente producida por la picadura de la mayor araña europea, la araña lobo o tarántula.