Rhapsody in blue, de Gershwin: el jazz del «hot club» a la sala de conciertos.
Gershwin fue uno de los responsables de conseguir algo que parecía imposible: fusionar jazz y música clásica.
La verdadera música debe reproducir el pensamiento y la inspiración de la gente y del momento que se vive. Mi gente son los norteamericanos y mi tiempo es hoy.
George Gershwin.
Como en ninguna otra época anterior en la historia de la música, el siglo XX puede definirse como el siglo en el que hicieron su aparición un heterogéneo conjunto de estéticas musicales, desde la vanguardia más rupturista hasta la música popular que hoy conocemos como pop y rock. Hacia los años veinte, en la sociedad estadounidense convivían dos estilos en apariencia irreconciliables. La alta sociedad seguía consumiendo música clásica, esa música seria que los alemanes identifican como U-Musik, música culta importada de Europa. Pero a estos mismos felices años veinte también se les llama la era del jazz, años que simbolizar el mundo de entreguerras, una época de excesos y libertades, un tiempo de felicidad artificial marcado por los hots clubs con bandas de saxofones, trompetas con sordina, trombones y clarinetes. El éxito de esa nueva música dirigida por negros como Armstrong y Ellington, la E-Musik –música de entretenimiento-, era incuestionable. A pesar de todo, el jazz no lograba desprenderse de su origen plebeyo.
Si hubiera que ponerle una fecha, el impacto del jazz en la música clásica comenzó unos años antes, entre 1892 y 1895, cuando Antonín Dvorak fue contratado como director del Conservatorio Nacional de Música de Nueva York y se inspiró en la música de raíces afroamericana para componer, nada más y nada menos, que su Sinfonía del Nuevo Mundo. Después, en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, el jazz saltó a Europa, especialmente a París. Y los más grandes músicos clásicos occidentales se dedicaron a escribir obras inspiradas por la música afroamericana… Stravinsky, Ravel, Ives, Satie, Milhaud, Poulenc, Hindemith, Shostakóvich… Sin embargo, ninguno de ellos comprendió el sentido profundo del jazz, en opinión de algún crítico estadounidense.
En 1924, el violinista y director Paul Whiteman, creador del llamado jazz sinfónico y conocido como El rey del Jazz, organizó el primer concierto de jazz… fuera de un club de jazz. Una especie de experimento, en palabras de Whiteman, puramente educativo. Para incluirlo en el extenso elenco del programa, llamó a un joven llamado George Gershwin, un músico de éxito en los Estados Unidos gracias a sus comedias musicales. Gershwin comenzó a trabajar en una obra titulada American Rhapsody a principios de enero de 1924. Título que cambió a Rhapsody in blue a sugerencia de su hermano Ira Gershwin después de su visita a una exposición de James Abbott McNeill Whistler, pintor norteamericano que creía que el arte debía concentrarse en la armonía de colores, con cuadros como Arreglo en gris y negro N° 1, Nocturno en negro y oro, La chica en blanco, o Variaciones en violeta y verde. Para escribir el acompañamiento instrumental, solicitó la ayuda del arreglista y compositor Ferde Grofé, porque el conocimiento de Gershwin en instrumentación era por entonces insuficiente.
Rhapsody in blue fue estrenada en el An Experiment in Modern Music de Whiteman el 12 de febrero de 1924 en el Aeolian House de Nueva York. Un concierto que no fue muy fácil de asimilar para el público. El programa era muy extenso. El sistema de ventilación no funcionaba. Era jazz. El público estaba perdiendo la paciencia… hasta que se oyó el glissando del clarinete que abre la obra. En ese momento el jazz entró en la música clásica. Entre el público se encontraba Sergei Rachmaninov, Jascha Heifetz, Fritz Kreisler, Jhon Philip Sousa, Leopold Stokowsky e Igor Stravinsky.