Libertango.
Con Libertango, Piazzolla llevó al tango hasta sus límites, tan lejos que muchos tangueros viejos apenas llegaron a entenderlo.
En los orígenes de Libertango es necesario tener presente que su autor, Astor Piazzolla, se trasladó con cuatro años junto a sus padres desde Mar del Plata a Nueva York, y allí vivió hasta que con quince años, en 1936, volvió a Argentina. En Estados Unidos creció escuchando un género muy popular por aquel entonces, el Jazz, que en su vertiente Cool, con figuras como Stan Getz, Chet Baker, Gil Evans o Gerry Mulligan, acabarían por influir en su futura concepción melódica y armónica.
Tomando clases con el pianista húngaro Bela Wilda, discípulo de Serguéi Rachmaninov, Piazzolla aprendió a amar la música clásica, especialmente a Bach. Pero no podía obviar la música de su tierra, el tango. Su padre era fanático de los tangos de la escuela evolucionista de los hermanos Julio y Francisco de Caro, dos músicos que aportaron al tango primitivo el acompañamiento armonizado del piano, los fraseos y las variaciones de los bandoneones, los contrapuntos del violín en contraste con el tema central y una nueva riqueza sonora y armónica. Su padre fue quien le regalaría a Piazzolla su primer bandoneón, uno que compró de segunda mano por 18 dólares.
En 1934, Piazzolla conoció de casualidad a Carlos Gardel durante una estancia del cantor argentino en Nueva York. Al Zorzal Criollole cayó bien aquel chaval que dominaba el inglés, idioma muy útil para moverse por la ciudad y que Gardel desconocía. Al año siguiente, Gardel le invitó a participar en el rodaje de la película El día que me quieras. Pero de vuelta a Argentina, a la hora de formar su primera orquesta en 1946, ese contacto temprano con el género no impidió a Piazzolla comprender que muerto Gardel el tango había entrado en decadencia.
Piazzolla comenzó a desarrollar un estilo propio, un tango distinto, a darle una nueva vida y nuevos horizontes a un género que, según los viejos tangueros, no admitía cambios ni novedades. El propio Piazzolla comentó Yo hice una revolución en el tango; rompí con viejos moldes y por eso me atacaron, y tuve que defenderme. Pero lo que nadie me puede negar es mi origen: tengo el tango marcado en el orillo.
Piazzolla llevó al tango hasta sus límites, tan lejos que en los círculos más purista del tango apenas llegaron a entenderlo. Denostado gran parte de su vida por la vieja guardia, ese fue precisamente su mérito, crear un tango nuevo firmemente anclado en el tango viejo, ese tengo el tango marcado en el orillo. Hoy Piazzolla no sólo es el músico de tango más célebre del mundo sino también un compositor cultivado por los más notables representantes de la música de concierto.
Ninguna obra representa mejor el espíritu renovador del llamado tango nuevo que Libertango, pieza escrita después de conocer al poeta Horacio Ferrer cuyo título es una palabra compuesta por los términos libertady tango. Publicado por primera vez en 1973 en Milán, Libertango fue la obra que llevó a la fama a Piazzolla fuera de Argentina. Ha sido trascrita para muchos instrumentos y formaciones, en esta ocasión para piano a cuatro manos, las de las pianistas (y hermanas) georgianas Gvantsa y Khatia Buniatishvili.