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cerrarBaronesa van Ritzo: animal de buen gusto.
Enamora, Baronesa van Ritzo, o lo que en ocasiones es lo mismo, Amaya Rioz, enamora.
Enamora, Baronesa van Ritzo, o lo que en ocasiones es lo mismo, Amaya Rioz, enamora; es por su saber hacer, su quietud, su elegancia y su desbordante imaginación. Esta alada pelirroja, que parece siempre como recién llegada de la nobleza irlandesa del siglo XIX habla tenue pero claro, mira con profundidad y ligereza, camina liviano pero firme. Baronesa van Ritzo domina todo el espectro de las buenas sensaciones, del buen hacer.
Hoy se dispone como la compañía perfecta para pasear con nosotros por ese submarino transatlántico que es su vida. Nadie como ella para mostrar su propio bagaje. Conozcamos de dónde vienen esos andares, ese estilo y ese insuperable tesón y sobriedad que parece haber heredado de las más altas castas de águilas imperiales. Despegamos; nada más y nada menos que desde su almacén de tesoros en pleno centro de Madrid; su escondite, su lugar de creación, su hogar.
Nació hace 30 primaveras en Cantabria, en una pequeña villa marinera, donde vivió hasta que se fue a estudiar a Salamanca. Hija de maestros y la menor de tres hermanas, desde los 18 años ha cambiado cuatro veces de ciudad y 12 de hogar.
Fue una de esas niñas lectoras, suponemos que algo repipi y con una extensa vida interior. Adoraba pasear por la playa de su pueblo, compartir tardes con su abuela María y disfrazarse con una falda de mucho vuelo para hacer su gran espectáculo: cantar y bailar Downtown de Petula Clark encerrada en su habitación durante horas, con quesitos Mini Babybel como único viver de supervivencia.
Un poco más adelante, ya con once años, sucedió, llegó uno de esos momentos epifánicos y reveladores y fue, porque estas cosas uno no puede enmarcarlas a gusto, en un camping. Ahí descubrió, gracias a los niños extranjeros de la piscina y la zona de juegos, que podía comunicarse con ellos, aún sin compartir un idioma. Le entusiasmo tanto que desde entonces fue creciendo su amor por los idiomas, los lenguajes, la comunicación, hasta hacerse finalmente filóloga.
“Mis mayores pasiones son viajar, la observación y el análisis. Es muy difícil llegar a aburrirse si uno sabe pasar horas observando y amasando lo visto.”
Hace bizcochos, mermeladas y baila, pero lo que hace a esta mujer grande entre las grandes (y no es por quitarle peso a sus artes culinarias) es su labor como estilista.
Le echó narices, cambió su vida. Dejó todo, un camino labrado y trabajado con amor y esfuerzo. Vio su sueño y dio, para dar con él, un giro de 180 grados. Sin importarle nada, sin dejar que el miedo dirigiera la función, lo hizo y la vida supo agradecerle su valentía. De la noche a la mañana la filología pasó a ser un hobby y la universidad un sitio con hermosos parques para descansar y reir con los amigos. Empezaba una nueva etapa, quería dedicarse al mundo de la moda, del diseño, de la creación y ni corta ni perezosa, se sumergió en el vacío…
Lo del estilismo le viene de pequeña. Esteta nata, con aromas fetichistas, le conmueve y le fascina jugar a combinar colores, formas, texturas, estilos, cortes, imágenes… La ropa y los complementos se convirtieron a partir de entonces, en las herramientas para que Amaya generara sensaciones y emociones, en sí misma y para los demás.
“Mi padre decía que cuando yo cruzaba los semáforos del pueblo, las rayas de los pasos de cebra se levantaban al ver mis zapatos”
Para ella crear estilismos es un juego por un lado serio y por otro sencillo, natural e inevitable, un verdadero ritual. Es su modo de dar forma a olores, de crear personajes e imágenes que sólo conoce de las descripciones de los libros, de los cuadros; es su forma de devolverle la vida a personas y recuerdos de la infancia y a otros más cercanos. “Para mí, crear estilismos es analizar, reinterpretar y generar cosas nuevas. Mi cabeza nunca para. Todo puede servir o encajar en un gran puzzle, para el estilismo de hoy o para uno de más adelante.”
Ahora llega de terminar el vestuario del corto “Tu cubata detonante” y de crear los estilismos de la gira de la compañía de claqué Tap Show Project. Antes vistió a una servidora en un proyecto literario, y puedo decir, que supo como pocos tocar el corazón de El Pájaro Diamante, y sin duda alguna fue capaz de hacer crecer sus alas, en el aire.
En el horizonte, meses de trabajo en su amada Berlín, por lo que nos cuenta en “una especie de mini episodios documentales estético-sensoriales.”
Con ella, con su historia, observamos el peso y la importancia de tener criterio, de pisar firme sin mirar atrás y de ser honesto con uno mismo y con los sueños por encima de todo, aunque estos se presenten sin previo aviso. El corazón y las entrañas capitaneando la aventura y la intuición como plato principal, esa parece la hoja de ruta de esta valiente baronesa cántabra.