Abraham Menéndez: Monkey Fever.

Abraham Menéndez Menéndez, es hoy, entre nosotros, un volcán que descubrir.

Virgencita, virgencita, que me quede como estoy. Con esta frase, que lanza a los cuatro vientos Abraham Menéndez, al que hemos bautizado como “nuestro colorido y peculiar galán asturiano”, podemos comprender el momento por el que está pasando. Que me quede como  estoy,  porque está feliz en sus zapatos, y eso se ve en su trabajo sin ninguna duda. Cocina, cuida la casa, levanta una prometedora empresa que ya juega en la liga de las más grandes firmas, y por encima de todo, se ríe de la vida y se la bebe a borbotones. Sus ilustraciones, cerámicas, cojines, pañuelos y demás frutos que ya va regalando al mundo, volarán alto y lejos.

Asentado desde hace años en el castizo barrio de Chamberí, en el que le gusta hablar con sus colindantes, saludar al quiosquero, y comentar el clima con la señora del pescado, este joven, criado en Gijón con su madre y sus abuelos, ha pasado grandes ratos en su infancia entre perros, conejos, gallinas, vacas y cerdos. En estos días se convierte en una de las más acertadas plumas, en lo que a diseño gráfico se refiere.  Adora bajar a tomar un refresco a la Plaza de Olavide, donde aprovecha para dibujar y observar la vida vecinal, que luego trasladará a sus creaciones, reunida ya, con las más salvajes, británicas y submarinas ideas que le atropellan a deshora.

Sin pestañear, afirma que su mayor pasión es el cine, se define más que como cinéfilo, como cinéfago “Porque lo devoro y me da igual lo que se me ponga por delante, lo mismo gozo con Los bingueros que con El manantial de la doncella.” Pero vamos al quid de la cuestión: lo del lápiz, los dibujos, y su mano derecha recorriendo hojas, servilletas, manteles y alguna pared que otra, es algo que ha ido siempre con él. Disfruta sin límites de dibujar, pintar, crear, diseñar, y de ver pasar las horas sin enterarse, mimetizado con las ilustraciones que van viendo la luz entre sus dedos.

Si alguno de ustedes estaba hace aproximadamente cinco años por algún pueblo de Castilla y León, no sería raro que se hubieran encontrado con Abraham, que siempre parece recién llegado del Nueva York de los años cincuenta. Y no lo sería, porque en esos días aún era vendedor de muebles por la zona. Afortunadamente eso acabó, con la imprevista llegada de uno de esos días místicos de revelación personal; le dio una especie de crisis existencial al imaginarse toda su vida así, yendo y viniendo en autobús visitando futuribles clientes. Decidió entonces dejarlo todo (momento que abunda en las historias de nuestros Talents). Cogió el dinero ahorrado y se matriculó en el Instituto Europeo Di Design, para poder prepararse, darle espacio y forma a todos sus proyectos y encontrar su hueco en el mundo de la ilustración. Con la que está cayendo, ¿para qué iba a comprarse un pisito, o a invertir en letras del tesoro?

Pero lo que nos ha alucinado de él, no es tan sólo que lo dejará todo por una intuición, sino que como ya lo hiciera su tocayo con las tribus de Israel, este hombre ha levantado en cuestión de dos años Abe the ape, su pequeña gran empresa, dedicada a la ilustración, la imagen corporativa, la creación de objetos delicados y maravillos, y a todo lo que le echen, que despierte las ganas de éste, nuestro asturiano más versátil. Con ella, Abraham se ha convertido en uno de los colaboradores de cabecera de firmas como Suárez, Aristocrazy, Moisés Nieto, Kling, Alfred Besora, Alberto Puras, La casita de Wendy o Papiroga. Además ha realizado el packaging especial del 125 aniversario de Cafés La Estrella. “Ver algo mío por todas partes, en cuñas televisivas o ir al Carrefour a hacer la compra y encontrármelo a granel me emocionó.”

Para muchos, su punto fuerte es la cerámica, escogida por él como soporte ya que le traslada a otros tiempos, a épocas en las que la artesanía y la belleza del saber hacer tenían más lugar y más valor. Por esto dedica horas y horas a  crear vajillas de ensueño por encargo; personalizadas, amadas y soñadas. La noche para ello y para el resto de sus labores, es su mesa de trabajo, en ella encuentra el rincón perfecto para dibujar, recortar, hornear, así como para elegir colores, líneas y tejidos para los nuevos pañuelos y cojines que llegan esta temporada; siempre con una buena película de fondo.

Habla de cierto aire retro y dual, como la esencia que le distingue, hoy por hoy, de otros creadores de su rama, que según él, le otorga el beneplácito de personas de todas las edades.  Siguiendo el dicho “Dime quién te inspira y te diré quien eres” podemos mencionar a sus estrellas del horizonte artistico-creativo: Cedric Gibbons, Alexandre Trauner , Gil Parrondo, Edith Head, Eiko Ishioka, Powell & Pressburguer, Almodovar, Disney, UPA, Tex Avery, Looney Tunes, Lotte Reiniger, Yves Saint Laurent, Horst P. Horst. Toda una amalgama de primera, que sitúa a este artista como estudioso, con criterio y singular.

“Montar una empresa de la nada, con pocos recursos, es difícil, pero no imposible. Algún traspiés te desalienta y te apetece desmantelarlo todo,  pero no es  nada serio. Ese día paras máquinas y al siguiente estás como nuevo.”

Su definición del paraíso, radical donde las haya, nos confirma que cada uno de nosotros es realmente de su padre y de su madre; se trata de Orlando “ya que ahí está Disney World, hace sol, hay playas a tiro de piedra, inimaginable abundancia de tonos pastel y Mac Autos por todos lados. Si eso no es el paraíso, que venga Dios y lo vea.”

Tampoco se queda corto con su visión del arte, que para él lo es todo, lo encuentra desde en una bacinilla de plástico de los 70 como en un muñequito del Happy Meal. “Bernini es un gran escultor, no seré yo quien lo dude, pero el señor que hace el prototipo de pitufo, que luego se vende en forma de figurita de PVC, no lo es menos.”

Por delante un camino de trabajo y buenas nuevas; de momento en septiembre las hermanas Watling y su precioso espacio Grey Elephant cuentan con él para impartir cursos de decoración y cerámica. Por otro lado, después de realizar la imagen de marca de Steve Mono (diseñador de esos bolsos increíbles que nos traen de cabeza, de los que ya disfrutan en Opening Ceremony o Harvey Nichols), se embarca con la firma en un proyecto aún en ciernes que le llevará hasta tierras orientales.

Ahora mismo estará leyendo estás líneas desde la Disneylandia primigenia, la de California. Mañana tomará rumbo a Las Vegas, pero no a Las Vegas de las fuentes del Bellagio, sino a Las Vegas de los setenta, esas alejadas del meollo, que siguen sobreviviendo como pueden a base de ofrecer buffets libres baratos sobre sus raídas moquetas. Las Vegas del RatPack y Bugsy, con visita obligada por supuesto, al cemeterio de neones. En su cuaderno de bitácora, marca como próximo recorrido el Parque de Atracciones de Tennessee de DollyParton, de la que se considera “ultrafan”.

Conocido en su Gijón natal como «El terror de la Calle Corrida» dados sus comienzos andarines que obligaron a su madre a llevarle con correa, Abraham Menéndez Menéndez, es hoy, entre nosotros, un volcán que descubrir.

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