Tormenta.

Mientras sonaban los truenos, brillaban los rayos y caían piedras heladas del cielo pensó: la primavera es lo que tiene... la sangre altera, sí, y la climatología también.

Un rato de sol y otro de tormenta, así iba pasando la primavera y también la vida, entre días buenos y otros mejores ¿malos? También, pero esos caían, eran de hecho empujados, al fondo del pozo profundo del olvido. ¿Lo malo? ¡qué pase! Clamaba en su imaginación (que pase, sí, pero de largo, claro) ¿lo bueno? ¡Adelante! (y, si es posible, que se quede un rato) pero ¿qué hay de todo lo demás? Porque la mayor parte de los días y las cosas eran ‘todo lo demás’, un magma gris que fluye por el mundo y por las vidas haciéndose pasar por lava, es decir, por inevitable, pero que a menudo podía ser desviado, embalsado e incluso embolsado. Ahí estaba la cosa, en asumir lo bueno y lo malo como lo circunstancial y el magma de todo lo demás como el devenir diario de la vida sobre el que se puede hacer y decir más de lo que se piensa, y no a la inversa.

Explicativa era lo más sutil que le decían cuando trataba de poner palabras a unos pensamientos que eran para ella cosa sencilla y para quienes la escuchaban a menudo excesivamente filosóficos ¿sería que no era capaz de traducir, palabras mediante, sus ideas en algo inteligible por los comunes mortales ? ¡filóloga de tres al cuarto! ¡periodista de pacotilla! ¡plumilla de poca tinta!. Claro que ahí estaba el PIRLS* reconociendo que de comprensión lectora vamos de mal en peor…

¿Y qué tendrá que ver la velocidad con el tocino? Le decían. ¡No me confundas el culo con las témporas!. Que al parecer una cosa es la comprensión lectora de los niños y adolescentes y otra la comprensión del mundo de los adultos ¡ja! Llegados a este punto, estallaba la tormenta en su cabeza y salía por su boca hecha sarta de hechos y deshechos de fácil comprensión incluso para los que van a la cola de comprensión lectora en Europa.

Respiró hondo, muy profundo, tratando de que su ánimo se llenara de paciencia al tiempo que sus pulmones lo hacían de aire y después trató de hacer honor a su ser explicativo y se explicó: habló de la comprensión lectora necesaria para comprender el prospecto de un medicamento (¡va! para eso está el médico o el farmacéutico), para entender las instrucciones de la lavadora (¡puaj! eso te lo explica el vendedor o el técnico), o el informe psicopedagógico bianual que te envía el colegio de tu hijo (¡ná! eso lo explica el psicólogo de la escuela); no se rindió, trató entonces de explicar la importancia de la compresión lectora para entender la noticia de un periódico (¡pero si ya no se leen periódicos) y entonces dio un salto mortal inesperado por su audiencia: bien, no se leen periódicos… pero se ven y escuchan noticias ¿verdad? En televisión, en videos de Youtube… ¡claro! clamaba el público… Pues bien: sin comprensión lectora tampoco hay comprensión de escuchante porque no hay conocimiento y, sin conocimiento no hay nada o, mejor dicho, lo que hay es precisamente eso, la nada… pero nadie había visto ni leído la Historia Interminable así que nadie la comprendió…

Se despertó a las 3 de la madrugada entre sudores fríos, dio gracias a Dios y al cielo de que aquel absurdo fuese sólo un mal sueño… pero, cuando recordó que los datos del PIRLS y la exigüa comprensión lectora los adolescentes eran reales, prefirió levantarse y lavarse la cara en lugar de tratar de dormir de nuevo no fuese a volver a caer en aquel sueño infernal, en aquel agujero negro, aquella tormenta, aquella noche de lluvia… en la que la nada se comía el mundo sin Bastian que lo salvara.

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*PIRLS: Estudio Internacional para el Progreso de la Comprensión Lectora.



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