Respect.

Érase una vez una historia en la que la libertad se perdía en ausencia del respeto mientras Aretha Franklin cantaba... Respect.

Su repaso a los periódicos digitales duró menos de lo habitual y sólo le sirvió para decidir que aquel domingo no se acercaría al kiosko ni a los periódicos de papel; más allá del hecho de que las noticias importantes no estaban en la letra impresa sino sucediendo en aquel mismo instante y pronto en los titulares de la prensa digital, lo que leía sólo le servía para revelarse contra el mundo y sus gentes, para sentirse profundamente decepcionada con el ser humano.

Los tejemanejes parecían continuar su enredo constante y las palabras derecho y libertad, precedidas siempre por un pronombre posesivo, parecían ser los vocablos de moda ¿qué ocurría entonces con la libertad y los derechos de los demás? eso no lo preguntaba nadie, no parecía importarle a nadie y cuando en alguna ocasión, haciendo alarde de un valor del que carecía, se le había ocurrido preguntarlo a ella, la única respuesta que había recibido era un ‘no entiendes nada‘ o algo incluso más grave, con tintes de insulto, que no quería ni tan siquiera recordar.

Mientras se preparaba un café y decidía que aquel domingo se ausentaría del mundo real por unas horas zambulléndose en las páginas de algún libro, pensaba que, en el fondo, el asunto era sencillo… la libertad no es de unos ni de otros, tampoco los derechos y ni la una ni los otros son más de unos que de otros… Se rió de sí misma ante el trabalenguas que se había contado, un lío de palabras que para ella era claro como el agua que había puesto en la cafetera. Eso hacían, pensó, los responsables del tejemaneje, enturbiar ideas que eran, antes de sus ardides, claras como el agua.

Decidió ponerle música al domingo para que la magia de las notas musicales le ayudaran a viajar tomando el camino por el que abandonaría la realidad por unas horas -nada de drogas duras, sólo notas musicales y letras…-; pero Aretha Franklin parecía tener algo que decirle…

Respect! cantaba la diva de la música negra; conocía muy bien la canción y sabía que era una exigencia de respeto hecha por una mujer desde su ser de mujer pero a ella aquel domingo, el Respect de Aretha le parecía más bien un grito agónico de muchas gentes, hombres y mujeres, que se sentían arrollados por otros, por los que sólo hablaban de su libertad y sus derechos.

Con la taza de café entre sus manos y Aretha cantando con pasión, se acercó a la librería dispuesta a elegir las letras en las que perderse aquel domingo… Respeto, pensó, eso es lo que parecía haberse evaporado, no la libertad ni los derechos sino el respeto a la libertad de los otros, a los derechos de los otros y hasta a la ley…



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