Realidad virtual.

Sabela era una niña alegre y divertida que un buen día, jugando al escondite, se ocultó en un rincón de sí misma donde nadie lograba encontrarla.

Sabela era una mujer encerrada en sí misma; nadie sabía cómo había sucedido, ni tan siquiera ella misma, pero el resultado estaba a la vista de todos; vivía dentro de sí misma, ajena al mundo que la rodeaba, era como si se hubiera colado en el universo orwelliano de 1984 y su mundo fueran las cuatro paredes virtuales que la rodeaban; podías mirarla e incluso tocarla, a veces parecía querer reaccionar a los estímulos que le llegaban desde el exterior de su mundo pero quienes lograban retener su mirada unos segundos descubrían un inmenso abismo, un vacío absoluto… era como si Sabela estuviese a años luz de distancia del entorno en que vivía.

Cuando su abuela contaba historias de Sabela niña, de como jugaba, reía, cantaba, hablaba, bailaba… parecían cuentos chinos hilados con recuerdos inventados que nadie podía entender; nadie salvo Sabela que a veces lloraba amargamente al escucharla, por eso se mantenía siempre lejos de ella, su único vínculo con la realidad era el dolor, era doloroso y, mientras eso fuese así, jamás saldría del encierro vital en que vivía. Eso al menos decían los ciento y un mil terapeutas que había tenido.

A su madre había dejado de importarle lo que pensara o dijera nadie; después de los ciento y un mil diagnósticos había decidido que, como madre, su trabajo era que su hija fuera feliz y si encerrada en sí misma era feliz, bien estaba. La miraba cada día con detenimiento, escrutaba cada gesto buscando sentido a cada mueca y deduciendo momentos felices donde otros no veían nada, solo un vacío inmenso, un abismo, la nada de la Historia Interminable. Veía a Sabela tranquila y con eso le bastaba, por eso la mantenía lejos de su abuela, por eso había dejado de intentar asomarse a su mundo y traerla de vuelta a la realidad.

Pero entonces sucedió algo terrible…

Era domingo y apenas habían dado las 6 de la mañana cuando el suelo tembló; las copas de cristal de bohemia tintinearon insistentemente en el aparador, la lámpara de araña de salón hacía los coros hasta que segundos después se desplomó sobre la mesa de centro; un ruido ensordecedor llegado del centro de la tierra convertía los ruidos de la casa en mero eco e incluso quienes tenían un sueño más profundo empezaron a despertar.

Las paredes se resquebrajaban, saltaba la pintura, barandillas y balcones se desplomaban sobre el suelo, todo era caos, destrucción y miedo; fueron solo unos segundos pero para quienes los vivieron fueron largos minutos, casi horas… Salvo para Sabela, para ella fue un juego del que disfrutó hasta la última centésima de segundo, momento en el que se estampó, literalmente, contra la realidad.

El caos era absoluto y el grito que se oía en todas las casas era el del miedo y el de quienes impelían a los suyos a despertar y salir a la calle, también en casa de Sabela; su madre subió a su cuarto y vio la cama vacía, respiró aliviada creyéndola ya en la calle y bajó los escalones tan rápido como podía para tratar de sacar a la abuela; la levantó al vuelo y la sentó en su silla de ruedas para después empujarla a la calle.

Ya fuera y sin temor a que la casa se desplomara con ellas, comenzó a mirar a su alrededor con inquietud, una inquietud que se convirtió en ansiedad al no ver a Sabela; fue entonces cuando oyó los gritos de la gente bajo la terraza de su casa… le gritaban a Sabela que se metiera dentro, que saliera a la calle, que dejara de balancearse sobre una barandilla medio rota que podía romperse del todo en cualquier momento.

Su madre corrió a la casa sin decir una sola palabra, sabía que nada de lo que dijeran, aunque lo dijeran a voz en grito, aunque les sobraran la razón y las razones, serviría de nada; la conexión entre Sabela y la realidad había cortocircuitado hacía tiempo y si en su realidad virtual aquella barandilla rota era un columpio nadie lograría que fuese otra cosa; entró corriendo en la casa decidida a arrancar a Sabela de la terraza pero la escalera interior, como la exterior, había perdido tantos tramos que resultaba imposible subirla, entonces sí gritó; salió de la casa y gritó de nuevo mirando a Sabela.

Sabela miró hacia ella y le sonrió justo cuando la barandilla se resquebrajaba del todo y caía al suelo llevándola consigo. Un suspiro de espanto seguido de un silencio sepulcral envolvió la calle entera. Su madre se arrodilló junto a ella sabiendo que durante unas centésimas de segundo había regresado de donde quiera que hubiera estado aquellos años, la había visto y le había sonreído.

La abuela no miraba, mantenía la cabeza agachada y los ojos tristes, se había encogido sobre su silla y solo unos minutos después murmuró lo mismo que había murmurado tantas y tantas veces, la vida está ahí fuera, no dentro, y si no sales ahí fuera, si no vives en el mundo real sino en una realidad virtual… antes o después lo real te encuentra… si tú no sales a buscarla ella vendrá a buscarte a ti… por más que huyas de ella, por más que te niegues a verla, por mucho que te escondas, por más que te mientas… te encuentra.



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La versión más personal de todos nosotros, los que hacemos Loff.it. Hallazgos que nos gustan, nos inquietan, nos llenan, nos tocan y que queremos comentar contigo. Te los contamos de una forma distinta, próxima, como si estuviéramos sentados a una mesa tomando un café contigo.

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