Liberté.

Los ratones del nudo este se apiñaban en sus alcantarillas entre olas de indignación y rabia, ¡libertad, liberté, libertad, liberté! gritaban… y es que la Junta de Gobierno había sellado los túneles que les permitían moverse libremente por toda la red de alcantarillado; sabían la razón, habían visto morir a suficientes ratones vecinos para saber que la peste invernal se había colado entre ellos pero sabían también que esa peste volaba y que el nudo oeste, norte y sur estaban también contaminados ¿menos que ellos? tal vez pero ¿y eso que importaba? ¡igualdad, igualdad! gritaban otros, si hay que sellar alcantarillas que se sellen todas.

Pérez era uno de los ratones más viejos del lugar, tiempo atrás había llegado a ser el jefe de la Junta de Gobierno y aun después de retirarse de la vida pública su opinión había sido siempre muy valorada… hasta hacía pocas semanas; fue entonces cuando se le ocurrió advertir de la peste que venía, cuando propuso a la Junta de Gobierno que se tomaran medidas y, como lo trataron de loco, acudió a las reuniones vecinales pero la campaña de los ratones de la Junta de Gobierno surtió efecto y en pocos días ya nadie recibía ni escuchaba a Pérez, ya no era Pérez el sabio sino Pérez el loco.

Ahora, cuando la realidad le daba la razón de forma cruenta lo miraban además con odio, un odio visceral que a él se le antojaba inexplicable porque se había tragado todos y cada uno de los ‘¡os lo dije!’ ‘¡os lo advertí!’ que podía haberles echado en cara una y mil veces desde que la peste invernal comenzara a dar señales de muerte en sus alcantarillas. No importaba, le odiaban porque tenía razón, ahora ya no era ni tan siquiera Pérez el loco, era ya Pérez el pitoniso.

Aquella mañana era para Pérez especialmente triste, sus vecinos del nudo este celebraban animadamente que se habían sellado también las alcantarillas del nudo oeste, solo los ratones del sur y el norte podían moverse libremente, los demás estaban encerrados con la peste del invierno soplando en sus alcantarillas, en sus casas… En el fondo agradecía que no sigueran su escalada de irracionalidad pidiendo también el encierro de los nudos norte y sur pero su cosuelo duró poco, pronto comenzaron a sonar de nuevo los gritos de ‘¡igualdad, igualdad!’, nadie gritaba ya libertad, algunos callaban y se recogían con miedo mientras otros se sumaban con gran algarada y pocas precauciones a las las turbas de la igualdad.

Señor Pérez…– quien así se dirigía a él era un pequeño ratoncillo vecino con más bigotes que cuerpo, señal inequívoca de lo poco que había podido comer últimamente –ayer gritaban libertad y no le parecía a usted bien, hoy gritan igualdad y está usted aun más serio que ayer… pero la libertad y la igualdad son cosas buenas, mi padre dice que usted antes las defendía pero que ahora ha perdido la cabeza… ¿qué le pasa?-.

Pérez miró al pequeño ratoncillo y a punto estuvo de mandarlo de vuelta a casa pero entonces se fijó en un par de escuálidos ratones que lo observaban unos pasos más atrás, enseguida supo que se trataba de los padres del ratoncillo; cogió el trozo de queso rancio que todavía guardaba en el bolsillo de su chaqueta y se lo tendió al pequeño, el ratoncillo se movió inquieto por la vergüenza de aceptar el obsequio y el hambre que sentía; Pérez le sonrió y le dijo –si te llevas este trozo de queso y lo compartes con tus padres te explicaré porque estoy tan serio-.

Ante tamaña coartada el pequeño cogió el queso y se quedó mirando a Pérez esperando la explicación que fue breve pero también elocuente y tan sencilla que incluso un ratoncito hambriendo podía entenderla –no es la libertad ni liberté, tampoco es la igualdad ni égalité… es Libertad, Igualdad y Fraternidad (Liberté, Égalité et Fraternité)-.

Los gritos de los ratones del este y del oeste sonaban cada vez más fuertes mientra se podía oir volar las moscas y el miedo por el nudo norte y el nudo sur –¡Igualdad! ¡Igualdad!-. El pequeño ratoncillo miró a Pérez y le dijo –eso no suena muy fraternal ¿verdad?– Pérez asintió y se sintió levemente reconfortado al ver todavía entendimiento y bondad en uno de los suyos… el rantoncillo partió un trozo de queso y se lo ofreció –hoy podemos comer algo todos– le dijo justo antes de darse media vuelta y compartir el resto del queso con sus padres.

Aquella tarde, mientras sesteaba, a Pérez lo despertaron otros gritos… –¡Libertad, igualdad, fraternidad!– no eran muchos los ratones que gritaban, sus voces sonaban pequeñas; se asomó a la alcantarilla y vio a un montón de ratoncillos famélicos capitaneados por su visitante de aquella mañana…- tal vez, solo tal vez-, pensó, -todavía había esperanza…-.

¡Únase a nosotros!– le gritó el pequeño ratoncillo al verlo asomarse –no será de mucha ayuda que Pérez el loco o el pitoniso se una a vosotros– le dijo –buáh!– respondió resuelto el ratoncillo –¡que digan lo que quieran! si también a nosotros nos van a llamar cosas pero no importa, a lo mejor otros nos oyen y se unen a nosotros y conseguimos que nos peleemos todos con la peste invernal en lugar de unos ratones con otros ¿no cree?-.

Pérez, que sentía en todos sus huesos los muchos años que contaba, salió de su agujero y se unió a la pequeña marcha por la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad (Liberté, Égalité et Fraternité).



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