Futuro.
Érase una vez el futuro visto a través de los ojos de una niña, un mundo de coches voladores, colegios de chocolate y hombres embarazados...
La pequeña se sentó frente a su escritorio dispuesta a escribir su redacción, lo había preparado todo meticulosamente: sus folios en blanco, su lápiz bien afilado, su estuche de pinturas para ilustrar su texto y por supuesto el folio rayado gracias al que sus líneas manuscritas no dibujarían montañas sobre el papel; –¿sobre qué vas a escribir?– le preguntó su madre mientras preparaba los ingredientes para hacer un bizcocho –sobre el futuro, mamá, es lo que ha mandado la profe-, su madre sonrió –lo sé, cariño– dijo –me refería a sobre qué en concreto, no creo que puedas escribir todo el futuro ¿no?- la niña se rascó la cabeza con la parte de atrás del lápiz y respondió –ah eso… pues… ahora lo pienso pero es fácil– su madre dio un respingo, le parecía de todo menos fácil aquella redacción –sólo tengo que escribir lo que estáis haciendo los mayores, total, sois vosotros los que estáis haciendo el futuro-; ella decidió no decir ni una palabra más y dejar a la pequeña desarrollar aquella idea, escribir el futuro que ella creía estaban construyendo los mayores… aunque le dio cierto miedo pensar en leer aquella redacción porque sería algo así como ver juzgada a su generación a ojos de su hija.
La niña, a las puertas de su adolescencia, revolvía sus lápices de colores tratando de pensar en cómo empezar su redacción -¿por dónde empiezo?- se preguntaba y entonces decidió hacer lo que siempre le recomendaba su madre cuando tenía demasiadas cosas en la cabeza, escribir una lista con todas ellas, luego revisarlas, desechar las inservibles y poner a las útiles un orden para ir haciéndolas de una en una… y lograr así que no faltara ni una pincelada del futuro que imaginaba en su redacción.
Cuando terminó la redacción, la pequeña recogió su mesa y preparó su mochila para el día siguiente, entonces su madre pidió ver la redacción y la niña respondió muy resuelta -no, es para un concurso, no la pueden repasar los padres, te la enseño cuando acabe el concurso- claro que olvidó la lista de cosas del futuro que había preparado para ordenar el contenido de su redacción y su madre la encontró entre los papeles arrugados que había en la papelara de la habitación.
Había cosas que cabía esperar como coches que volaban, colegios de chocolate, un gobierno de niños, inmensos parques de atracciones y pastillas de colores que sustituían al pescado en las comidas, había también unas grandes y amarillas que, cuando te las tomabas, te hacían más listo y conseguían que viendo sólo la portada de un libro ya supieras todo lo que estaba escrito dentro de él; ella sonreía mientras descubría como la pequeña no sólo había escrito lo que creían que conseguirían los mayores hacer realidad en el futuro sino también sus propios sueños, sin duda las pastillas de colores para sustituir al pescado eran su sueño y los colegios de chocolate, seguro que con el ánimo de comérselos para hacerlos desaparecer, también.
Le parecía curioso el gobierno de niños ¿pensaba acaso la pequeña que el futuro mandarían los niños? ¿quería que fuera así? ¿o acaso sentía que, de algún modo, lo hacían ya? estaba a vueltas con ese punto de la lista cuando llegó a uno que la sorprendió enormemente, según el futuro dibujado por su hija, llegaría el día en el que los hombres se quedarían embarazados y darían el pecho a los bebés… No pudo contenerse y se acercó entre bromas a la niña blandiendo su lista a modo de tesoro –mira qué he encontrado…-.
Bromearon un poco acerca de lo cotilla que era la madre y lo resuelta que era la niña hasta que llegaron al punto de los embarazos masculinos, la pequeña lo explicó como lo que era para ella, una obviedad –pues claro, es la igualdad mamá, en el futuro será total–.
No era la idea de igualdad que se había formado la niña lo que le preocupaba, del mismo modo que había comprendido el valor de la igualdad comprendería el de la diferencia y llegaría a entender que las personas no son todas iguales sino que todas han de tener los mismos derechos y deberes; lo que le daba que pensar era el modo en que se veía la maternidad a ojos de la niña, sólo como una carga a repartir entre hombres y mujeres… ¿de verdad estaban transmitiendo el concepto de maternidad sólo como carga a sobrellevar? recordó de nuevo a Glen Close exponiendo la vida de su madre como la de alguien que no había conseguido nada a pesar de haberse dedicado por completo a la crianza de sus hijos… no sería ella quien defendiera esa opción de vida (aunque por supuesto la respetaba) pero tampoco sería ella quien permitiera que su hija acabara por entender la maternidad sólo como una carga, no, no lo haría porque para ella ser madre había sido mucho más que una responsabilidad que echarse a las espaldas a modo de carga; la maternidad era una opción, sin duda, pero del mismo modo que había sido terrible el modo en el que en el pasado se había convencido a las mujeres de que si no eran madres no eran mujeres completas, le parecía terrible ocultar la intensa belleza de la maternidad ¿por qué no contarlo todo y que cada cual tomara sus decisiones de vida? y entonces se acordó de Victoria Kent y su peculiar modo de ser feminista… ¿Y la libertad para cuándo? pensó mirando a la niña corría ya camino del parque con sus amigas mientras su redacción seguían dando mucho que pensar a su madre.